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Sin flash

El hombre del traje gris

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Con el solsticio de verano, el hombre trajeado de color gris y gélida mirada, empieza a sufrir unas extrañas transformaciones por todo el cuerpo. Le crece el pelo, se va despojando de la ropa, que cada vez le estorba más, y siente un impulso irresistible por dirigirse hacia la orilla del mar.

El sofocante acaloramiento que siente por toda la epidermis sólo puede aliviarse con su deses­perada huida hasta la playa, donde clava una sombrilla de colores chillones junto a la toalla extendida.

Parece despertar de su letargo contemplando, con los primeros rayos de sol, cómo se multiplica la gente por las calles, cómo se organizan fiestas con caballos, y las andanzas de los "gigantes" de ACB y los "cabezudos" que tienen que cuadrar el presupuesto. El bochorno lo envuelve todo, mientras se exhiben los cuerpos más agraciados y algunos espíritus extrovertidos bajo los fugaces efectos del alcohol, se vuelven más sociables y dicharacheros que de costumbre. Se animan la restauración y el comercio. Los turistas se pasean por la reserva de la biosfera como Pedro por su casa.

Sobre la arena ardiente se tumba alargado en forma de momia. Busca, como un poseso, un poco de sombra y agua para no deshidratarse, al tiempo que observa el ir y venir de los bañistas desde la tierra hasta el mar y viceversa.

- ¿Se puede saber qué demonios te pasa?

- Nada, que me ha entrado un bikini en el ojo.

Oye por la radio que se reúne el G-20 para arreglar el mundo. Nadie le consulta nada. En Afganistán encuentran riqueza en el subsuelo. Puede que eso provoque la "fiebre del litio", como ya ha pasado en otras épocas de codicia y sueños de prosperidad. Entonces, se movilizaron miles de aventureros en busca de riqueza. Pero él no está para grandes hazañas. Su débil naturaleza puede más que sus elevados anhelos. La brisa suave y el insistente rumor de las olas lo amodorran un poco. Se pregunta si no sería posible vivir sin tanto estrés y sufrimientos. Se deja llevar por la molicie. Luego, se meterá en el agua refrescante, con precaución, no sea que alguna medusa a la deriva y sin mala intención, le amargue tan plácido día. Pero no. Hoy todo es perfecto como indica la bandera verde.

Sabe que los días cálidos se agotaran inexorablemente. Su vida y apariencia volverán a la normalidad y, como cada año, el frío intenso vendrá a colocar todas las cosas en su sitio. Él seguirá entonces su horario habitual, concentrado en el trabajo. Pero ahora, contempla la luna llena que brilla espléndida sobre el horizonte. Una emoción agradable se apodera del hombre que ya se ha despojado de su traje gris y de su corbata oscura. Sabe que le aguardan muchas sensaciones nuevas, que harán diferente cada momento que pasa.

- ¡Disfruta el presente! – se dice a sí mismo, recordando el "Carpe Diem" – Que falta mucho, todavía, para volver a hibernar…

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