Con buena voluntad y cierto aroma propagandístico el alcalde de Maó publicó el jueves un artículo en el que glosaba las condiciones del turismo natural de su municipio. Muy en la línea de bandos o mensajes de bienvenida, el escrito de Vicenç Tur se rompe como una ola cuando la palabra se contrasta con la imagen que la ciudad ofrece al visitante. Lo primero que se encuentra el que llega a la ciudad desde el Aeropuerto es una edificio en ruinas, que produce una sensación horrorosa de abandono, un recuerdo vivo de Sarajevo. El paisano que pasa a diario por el lugar ya se ha familiarizado, forma parte de su itinerario y es un hito más en su camino, pero provoca un impacto descomunal a quien descubre el lugar por primera vez o lo olvidó desde el año anterior. No hay campaña de publicidad ni mil anuncios estrella que puedan resarcir al visitante de la bofetada visual que se le propina poco después de haber aterrizado. No nos cuente que es un edificio privado, es una ruina y el Ayuntamiento debe velar por la seguridad, la imagen y la economía de su término y contra esas tres variables atenta el antiguo hospital militar. Es un ejemplo solemne de las contradicciones típicas entre lo que vendemos y lo que realmente ofrecemos. Escuche a esa plataforma que quiere una ciudad limpia y ajardinada y se siente avergonzada de cómo estamos.
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