Si nos preguntamos qué es y para qué sirve el arte, concluimos enseguida que no hay valores absolutos y, por tanto, que no podemos decir que las preferencias estéticas de otras personas sean incorrectas, ni desde un punto de vista racional ni sentimentalmente, lo que por sí mismo sería irracional en cuanto que ni tenemos acceso a los sentimientos de otras personas ni existe criterio alguno para decidir qué sentimientos tienen un valor universal; mientras que las verdades científicas son verificables, la verdad artística es un concepto vago, la manifestación de una creencia personal, algo parecido a una profesión de fe religiosa. El arte debe acomodarse a todos los gustos y preferencias personales, es tan ilimitado como la humanidad misma y tan amplio como la imaginación. El hombre hoy en día tiene un contacto casi permanente con multitud de obras de arte, algunas incomprensibles y otras sobre las que piensa que "en gustos no hay nada escrito", expresión incierta que privaría incluso a los expertos de reglas para poder afirmar que una obra de arte es o no valiosa; por eso, el conocimiento de dichas reglas es indispensable para hacer asequible el arte, y más en una época que camina en los aspectos científicos y técnicos a una velocidad sin precedentes en cuyo contexto el arte no puede permanecer inmovilista y cambia, lo que exige para su apreciación no sólo mirar o incluso sentir, sino conocer con discernimiento.
Con ese ánimo, recientemente se ha celebrado en Madrid, bajo el patrocinio de la Fundación Ankaria, el Simposio Internacional titulado "¿Qué es arte contemporáneo hoy?", dirigido por el profesor de Historia del Arte en el Barnard College de Nueva York Alexander Alberro, con la pretensión de participar en el debate abierto en los últimos años sobre el papel del arte contemporáneo desde un punto de vista histórico a partir de tres cuestiones fundamentales: la significación hoy del "arte contemporáneo"; el dilema sobre si se trata de un nuevo tipo de producción artística o de un nuevo tipo de actitud por parte del espectador; y la necesidad de decantarse por nuevas formas de mecenazgo y de exposición y distribución a la hora de abordar el arte contemporáneo. El simposio abordó bajo la batuta de Alberro el conjunto de estructuras y condiciones sociales, políticas y económicas en los que se desarrolla hoy el arte contemporáneo y la contemporaneidad: para unos, instalación de una época nueva y homogénea marcada por un presente indefinido, un momento en el que la promesa de progreso de la modernidad quedaría suplantada por los horizontes infinitos del capitalismo y la expansión imperial; para otros, reconfiguración de la cultura que sigue al final de una época en los mundos que entonces convivieron: el capitalista, el comunista y el poscolonial; y para un tercer grupo, la superación de la diversidad del arte contemporáneo por los modernismos y las prácticas amodernas del anterior siglo y medio, que permite concluir que al haber tenido lugar los cambios producidos desde el arte moderno al contemporáneo de distinto modo y en distintos lugares -hoy tan conectados-, rastrearlos constituye una tarea urgente e histórica que exige investigar el rol del pasado dentro del concepto del arte contemporáneo, para intentar conocer cuánto del arte moderno se ha transferido al presente y hasta qué punto las características que nos permiten configurar el arte contemporáneo tuvieron su origen en los modos de agudizar la percepción impuestos por primera vez por el arte moderno.
Terry Smith, titular de la cátedra Andrew W. Mellon de Historia y Teoría del Arte Contemporáneo en el Departamento de Historia del Arte y la Arquitectura de la Universidad de Pittsburgh, al desarrollar las ideas expuestas en su libro "What is Contemporary Art?" y al profundizar en la modernidad, en las transiciones y en la propia traducción del arte contemporáneo, sostuvo que son las múltiples modernidades y las prácticas no modernas dentro del arte del siglo XX las que prefiguran la diversidad del arte contemporáneo, y no la estrecha línea de la modernidad o la excepción vanguardista. Por su parte, Pamela Lee, catedrática de Arte e Historia del Arte de la Universidad de Stanford (California), en su conferencia "Nuevos juegos", tras evocar algunas teorías de la posmodernidad que han quedado olvidadas en la crítica de arte más reciente, trazó una genealogía de la interactividad en el arte contemporáneo basada en los principios de la teoría de juegos, una rama de la economía que surgió con la estrategia militar de la Norteamérica de la posguerra, aprovechando para ello la obra de la New Games Foundation, asociada al empresario de la contracultura de los setenta Stewart Brand, y las obras variables y las "pinturas juego" del artista sueco Oyvid Fahlström en los sesenta, para preguntarse a través de la retórica de los juegos tanto por las implicaciones históricas que surgen al hablar de una obra determinada como por los modelos extra-estéticos que pueden intervenir en la comprensión de tales prácticas, perturbando las premisas utópicas y democratizadoras subyacentes en una gran proporción en el arte participativo.
Juliane Rebentisch, profesora de filosofía en la Johann Wolfgang Goethe-Universidad de Fráncfort, al tratar del "Progreso y autonomía en el arte contemporáneo" desarrolló la tesis de que el arte ya no se puede describir en términos de una función cultural única o de un desarrollo histórico homogéneo, con lo que parece que lo único que nos queda son objetos estéticos individuales que no hacen referencia necesariamente ni a la sociedad ni a ninguna producción artística anterior, sino que en su desintegrada multiplicidad parecen aportar sólo como obras de arte nuevas formas de consumo; pero el hecho de que el arte contemporáneo disuelva las convicciones básicas de la moderna teoría del arte debe entenderse como un movimiento de la ilustración estética que no va dirigido contra lo estético y su autonomía en cuanto tales, sino como una comprensión diferente de ambos conceptos. Por último, en su magnífica disertación sobre "El glamour de los archivos", Andrea Giunta, profesora de Arte Latinoamericano en la Universidad de Texas, propuso una reconsideración crítica de la noción de "arte latinoamericano" y destacó la importancia y el nuevo papel adquirido por los archivos, antes reservados a los historiadores del arte y hoy convertidos en memoria, objeto de inspiración, poderosa metáfora, concepto y promesa de transparencia de la historia, representada plásticamente, por el momento, por la pantalla del ordenador; los artistas los usan y los construyen, las instituciones los exhiben, los acumulan y desarrollan proyectos que compiten entre sí, convirtiendo tales archivos en uno de los rasgos sobresalientes del arte más contemporáneo.