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Cómo olvidar ahora

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Vienen sin crédito alguno pero completamente seguros de sí mismos, sonriendo ahora en todas partes y a cualquier cámara, tonificando sus músculos faciales, ensayando su mejor cara de pancarta. Vienen ahora dispuestos a repelar la confianza, a decantar para sí la balanza con el único discurso creíble que aún les queda en pie, "el otro es peor", se dicen todos, y no les falta razón. Vienen ahora completamente renovados, con plena disposición y derrochando energía, les brilla la mirada bajo el foco del protagonismo, porque se acercan las elecciones, claro, y ése es el hábitat natural de la política de hoy en día, para lo que están entrenados, ése es su oficio. Los políticos de hoy no están tan preparados para gobernar como para fingir que serán capaces de hacerlo y ahí radica todo el problema porque además se cumple que cuanto peor gobierne un partido mejor fingirá hacerlo bien.

Y cómo olvidar ahora tanto error de cálculo y cada tropiezo en la misma piedra del camino, cómo pasar por alto que ninguna de las veces en que fue preciso se estuvo a la altura por más que se bajara el listón de las expectativas a cada fallo, o cómo perdonar tanto desfalco, tanta trampa y pirueta legal, con el que se ha ido enriqueciendo a los poderosos amigos con mayor compromiso de agradecimiento.

Cómo obviar todas las veces en las que se ha formado un escándalo por nada, en las que se ha debatido con pasión exacerbada por ningún asunto, cómo olvidar tanto pulso sin nada en juego, tanta exhibición de músculo y fuerza bruta al aire, tanta palabra suelta sin discurso.

Cómo creer ahora que se puede salir de la crisis sin tocar un solo estamento de los que la prepararon, sin poner límites a las grandes comisiones, sin determinar la firmeza de eliminar los paraísos fiscales, sin establecer, en fin, ningún techo a un modelo económico que mientras tanto se equilibra poblando más el suelo de indigencia. Cómo creer en una reforma que nada cambia, que como solución a la falta de aire estrangula a unos cuantos posponiendo la fecha del asfixio colectivo.

Cómo creer en nada si aquí nadie pide perdón, si se va todo al garete y no hay responsables ni se aclara la verdadera causa, si se acalla el mensaje implícito que lleva consigo cualquier crisis: que no hay más camino en esa dirección que cambio de rumbo o rumbo a la deriva.

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