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Corea del Norte: Un país enigmático

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Los Estados Unidos (EEUU), intentando con sus esfuerzos contestar al enorme reto de seguridad que supone Corea del Norte, se ven obstaculizados, por no poder averiguar fehacientemente la verdadera política bélica de Kim Jong-Il, el actual dictador, en un país donde el misterio es patente. Y nos preguntamos por qué tal velo de misterio.
Recordamos que durante siglos Corea del Norte estaba aislada del resto del mundo, considerando que en la Edad Media estaba sometida a las presiones hegemónicas de los mongoles y de los japoneses, limitando los asentamientos norcoreanos en las zonas incomunicadas del país y alejadas de las costas. Cuando Japón ocupó el país a principios del siglo XX, los invasores mantuvieron esta política de aislamiento y se hicieron cargo de los contactos con el mundo exterior para conseguir la "japonización" de Corea del Norte, obligándole a adoptar nombres japoneses y prohibiéndole hablar coreano, además de proclamar que el japonés sería la lengua oficial. Con esta tela de fondo, podemos comprender el aislamiento perenne de los norcoreanos.

Lo que es más paradójico es que en este mundo globalizado del siglo XXI, donde los lazos económicos engloban todos los continentes, puede reinar el aislamiento del régimen comunista impidiendo el desarrollo y el progreso del país. Es obvio que sin un cambio radical de política exterior, difícilmente Corea del Norte podrá progresar hacía la modernización.

Recientemente en occidente se ha hablado mucho sobre la necesidad de Corea del Norte de abrirse hacía el mundo exterior (leer occidente), pero la "real politic" de dichas aserciones es incongruente, de hecho muchos contratos de cooperación en "Joint Ventures" han sido elaborados, pero muy pocos se han llevados a buen término, incluso algunos con Corea del Sur.

Parece que para el mundo occidental es preciso que Corea del Norte siga aislada, especialmente para los EEUU que necesitan en el área asiática un "malo" para justificar su presencia en aquella zona, especialmente en la península surcoreano donde los americanos, entre otros, mantienen una presencia militar imponente y han establecido allí baterías de misiles defensivos. Hasta hace unos años, la presencia estadounidense en la región estaba justificada por el peligro soviético durante la guerra fría, pero no hay ahora ninguna justificación para la dominante presencia estadounidense en la zona. Así que a los estadounidenses les interesa tener este "malo" chivo expiatorio en Pyongyang y acusarle por todos los inconvenientes que pueden suceder en la zona.

Para los norcoreanos, los EEUU siguen siendo el peligro constante, oponiéndose al desarrollo del país, con su espada de Damocles siempre vigente, recordándoles que los EEUU protagonizaron unilateralmente y recientemente dos cambios de régimen, uno en Yugoslavia y otro en Irak.

Basado en recientes investigaciones, algunos estudiosos han concluido que aunque Corea del Norte recibe apoyo en el campo comunista (China y Rusia), sus relaciones con sus más cercanos aliados son siempre muy polémicas, además los norcoreanos siempre desconfían del chauvinístico poderío ruso y del nacionalismo chino, como del imperialismo americano. La historia nos enseña que en 1984, el patriarca, Kim Il Sung, rememoraba la seria amenaza china a su régimen durante la Revolución Cultural protagonizada por Mao Zedong, con las fuerzas armadas chinas acumuladas a lo largo de la extensa frontera con Corea del Norte, atrapado entre dichas gigantescas oleadas bélicas en el norte y los estadounidenses en el surcoreano.

Con las sanciones impuestas sobre Corea del Norte por los EEUU, dicho país no tendrá más remedio que acudir a la ayuda externa para modernizar el país. En este sentido, los norcoreanos se aplican en fomentar los contactos bilaterales, especialmente con los americanos y evitar los multilaterales, tales como las reuniones a seis partes, China, Japón, EEUU, Rusia, Corea del Norte y Corea del Sur.

El miércoles 8 de julio de 2009, yo, en este mismo periódico, había comentado la voluntad de Kim Jong-Il de designar eventualmente como sucesor su propio hijo, siguiendo de esta manera la tradición de perpetuar el propio clan en la cúpula estatal. La realidad se ha declarado hoy mismo (el martes pasado), abriendo el camino para la anhelosa sucesión del hijo, Kim Jong-Un, el nieto del patriarca, Kim Il-Sung. Poco se sabe del hijo, pero podemos presagiar que será una sucesión de continuidad, sin cambios dramáticos por el momento. Después de todo, fue el patriarca quien nombró a su hijo para continuar su propia política y obtuvo su popularidad y notoriedad como líder para, precisamente, seguir escrupulosamente los preceptos, legados e ideas de su padre, Kim Il-Sung. Ahora será el nieto quien tendrá que protagonizar la misma política. De momento, Kim Jung-Il continuará en el poder hasta que su salud le aparte del cargo y mientras tanto se dedicará a la "formación" de su hijo para asegurar la sucesión sin traumatismo.

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