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Xerradetes de Trepucó

No hacía falta escribirlo, le quise como a un hermano

11.12.1962. Mis primos Pito y Juana en el día de su boda. La autora de esta "xerradeta" y el que sería su esposo Joan Vadell Pons - Archivo Dolfo

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Dorm en pau, en Déu reposa:
Ell et té en les seves mans.
La vida és fràgil com un lliri,
com una barca dins la mar.
(G.Reeves/n. Marti)

Aquí, a los pies de la Virgen de Gracia, descansan los restos de aquel niño, al que tanto quise y él a mí. Como hermanos. Junto as seu germà gros, me acogieron con gran alegría, celebrando la feliz idea de su padre, mi padrino de pila que a través de los años y a medida que me iba haciendo mayor mi cariño se fue convirtiendo, en mi segundo padre. Su esposa, a la que siempre llame tía, claudicó ante la petición del esposo e hijos. Y la rueda de la vida ha ido girando, trasformando aquellos niños, en abuelos, y hoy con todo mi dolor, a pesar de tener las luces encendidas, he tenido que abrir la ventana de s'estudiet de darrera, de par en par al frío atardecer de diciembre, para tener algo más de claridad. Apenas concibo el teclado de mi ordenador, nada extraño, las lágrimas inundan mis ojos, de un llanto que mana del más puro y profundo dolor ante la pérdida de aquel niño, con el que corría colina abajo, haciendo competitivas carreras, con el interrogante, de cual de los dos llegaría primero.

Él, en Pito siempre ganaba, sus cuatro años de ventaja, su fuerza de chaval fuertote como dirían los del norte, le daban para ello y mucho más, ágil como una gacela y buen conocedor del camino y vericuetos que conducían hasta la casa de la finca, sa Sínia des Muret.

Muchos eran los amigos de los dos hermanos, la mayoría procedentes des Camí des Castell y calles adyacentes, San Juan, San Pablo, todos tenían cabida, en verano jugaban y nadaban en es safareix, que por cierto había dos, tirándose desde lo alto de un enorme peñasco, ofreciendo su cuerpo a las frías aguas recién sacadas del pozo donde es cadufos la iban pozando lentamente al son del característico, croc , croc .

Hoy me lamento, qué triste es el empeño que en ocasiones disponen los mayores en hacernos desgraciados los unos a los otros, en privarnos, a buen seguro involuntariamente en marcarnos distintos caminos, separándonos de lo que debió ser un mateix caminet y sin darnos cuenta apenas nos reuníamos, ni compartíamos mesa, ni alegrías, que lastima de tiempo perdido, que jamás podremos recuperar. Pero siempre la fuerza del cariño, marcó nuestros encuentros, fundiéndonos en un fraternal abrazo, acompañado de unas furtivas lágrimas.

A lo largo de mis años de colaboradora en "es Diari", infinidad de veces he citado aquella familia, mi familia, los Cardona Sintes. Con ellos me inicié a la vida. Tan sólo contaba cinco días cuando me llevaron del número 25 de la calle de santa Catalina, donde regresé tres años después. Mis primeros balbuceos, cuantas enfermedades padecen los bebés, mis primeros pasos, con ellos fui hilvanando frases y peticiones propias de los pequeños, con ellos encontré respuesta a todo, desde el cariño, toda clase de cuidados tal cual como si hubiera nacido en el seno de aquel hogar.

Todas estas cosas y muchas más las fui recordando, de camino por los fríos pasillos, tras el féretro en que yacía inerte mi querido Pito del alma.

Precisamente este 11 de diciembre del 2010, se hubieran cumplido cuarenta y ocho años de feliz matrimonio, fue en la parroquia del Carmen donde José Cardona Sintes, contrajo matrimonio con su novia Juana Caules Campos. Al volver la vista atrás, los recuerdo como brillaban sus ojos mientras bailaban el vals, enlazadas firmemente sus manos, unidos por el amor de juventud, girando sin cesar una y otra vez mientras familiares y amigos le aplaudían y felicitaban. Aquel gran salón del primer piso del hotel Sevilla, olía a azahares, presagiando felicidad, todo era alegría y parabienes.

Continuaron los amaneceres de la dama del Alba, tras los sueños de doña luna, y Pito, con sus mil quehaceres, una vida llena en cada una de las estaciones del año. Intrépido, hombre mezcla de tierra y mar. Los primeros espárragos los cogía él, al igual que los caracoles, recaudándolos bajo auténticos chaparrones, nada temía, siempre valiente, llenando cestos de esclatassangs y lo que fuera, el sabía de todo, sin olvidar la pesca y el marisqueo que tanto practicaron cuando la rada de nuestro querido puerto era nuestro, de los nacidos en esta tierra, pudiéndose practicar la pesca y la captura de toda clase de marisco, siempre que la época lo permitiera. De proponérselo, hubiera podido desempeñar el puesto de maestro en las artes del mar, no en vano gozó de unos padres que conocían al dedillo como hacerlo. Los hermanos Cardona eran muy pequeños cuando ya salían a la mar con Jandro, panadero des Camí des Castell y Facundo induciéndolos en aquel arte. De encontrarse el mar en calma, salían al atardecer de los sábados, amparados por alguna cueva donde dormían para salir del puerto de buena mañana. ¡ Qué felices se les veía arribar a la cala del Fonduco! Donde con gran esfuerzo familiar habían adquirido una caseta a la vez que parte de cueva, que había pertenecido al famoso merendero de principios del siglo XX conocido por las Chumberas.

El tiempo ha corrido demasiado rápido, tanto que no ha podido sembrar la huerta de su viña, con los semilleros que todos los años llegada la Navidad, se dedicaba con gran dedicación, para obtener los frutos propios del verano.

Una de estas enfermedades, que aún hoy día se escapan de la sabiduría de científicos, se lo ha llevado del mundo terrenal, con gran pesar de su familia, su esposa Juana, sus dos hijas que eran su tesoro más querido, Pepi y Elena, Miguel y Llorenç y los broches de oro de la familia, los nietos, Iratí, Isaac y David, que tanto han podido aprender de él. Los álbumes familiares repletos de momentos entrañables, vividos con un juguetón "l'avi" que más que esto parecía un chiquillo más.

En Pito de sa Sinia des Moret, será recordado por muchos, por infinidad de motivos, entre ellos como persona querida y entrañable, noble y bueno, próximo a cuantos le trataron, siempre dispuesto a tender su mano amiga.

La bucólica cala del Fonduco que lo vio crecer, se encuentra en el más profundo de los silencios, desde el pasado día dos en que Pito, tiró al mar por ultima vez su barquichuela, en aquella ocasión sin ets ormetjos d'anar a pescar, no iba a precisar de los mismos, su navegar sería distinto a otras ocasiones, su destino encontrarse con sus seres queridos, aquel padre, mi padrino que tanto lo quiso y tanto sabían el uno del otro.

Pero antes de partir, se deleitó navegando frente a la Campsa, donde trabajó toda su vida, paso frente a la Lliga continuando hasta el paseo de la Alameda, pasando frente a la ladera norte, enfilando por los rincones donde años pasados disfrutó llenando cubos de escopinyes, peus de cabrit, corns, dàtils, sumergiéndose frente a la isla del Lazareto, sacando nacras. Mientras el resplandor de la luna le salió al encuentro, alumbrándolo, perdiéndose allá a lo lejos, donde fue recibido por una corte celestial, tal como era merecedor de tal honor, conduciéndolo entre cantos de sirenas hasta la patrona del mar la virgen del Carmen.

Desde este talaiot de Trepucó, mi más sentido pésame a los que tanto le amaron y que, como siempre me confesó, fueron todo en su vida, su amada esposa na Juana, sus hijas Pepi y Elena. Iratí, Isaac y David.

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