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Para amar no hacen falta palabras

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Confundido entre las nieblas y las neblinas del amanecer, camina el caminante por el desierto de su soledad hasta llegar, en sus fantasías, a las onduladas dunas del cuerpo de la mujer que ama y ahí siempre se le hace presente el espejismo que le hace creer por un momento que podrá por fin poner sus labios en una esquina de su boca.

La naturaleza hace a los hombres semejantes entre sí, el amor es el que les hace verdaderamente diferentes. Por amor se hacen locuras sin estar loco; por amor el ciego ve y el sordo oye, mas si se ama con verdadera pasión, suele suceder exactamente al revés, que el que se vuelve ciego y el que oye se vuelve sordo.
Por cañadas y cordeles de la trashumancia van los pastores hablándole de amor al horizonte, pero yo sé que no son felices porque ignoran que son felices.

En el mar de arena del desierto africano, liberado de obstáculos, estaba yo una noche mirando las estrellas hasta que al pronto vine a caer en la cuenta que éstas no son otra cosa que los ojos de la noche que vigilan a la luna para que ésta no se pierda como Ulises en cantos de sirena ni en sutiles carantoñas de toros azules que fingen estar enamorados de la luna.

El viajero ha compartido su camino con el camino de los hombres del desierto, los tuaregs, en las ardientes arenas del N. de Sahara africano, una tribu que por amor, dicen quienes lo saben, dejan que sus túnicas azules destiñan su cuerpo para que sus mujeres no los confundan con otros hombres.

El viajero tiene sus memorias traslúcidas guardadas en el reflejo azul de la tramontana del mar de Menorca como un tuareg desubicado.

Tengo la suerte de tener suerte, nunca me faltan unos lametones de Isla y Bamba, mis preciosas y fieles perritas. Sus "besos" son besos sinceros, llenos de ternura, sin pedir otra cosa que les deje adormecerse sobre mis piernas mientras me dejo llevar por la literatura de lo que escriben los que saben escribir. Historias de amores no correspondidos. Historias de amores en piedra mientras sueño que me abraza una Venus sin brazos.

He visto amor a las puertas de un Camposanto porque algunos amaron tanto en vida que siguen amando aún después de muertos. Creí ver amor en unos ojos negros robados de algún rincón de la noche. He creído, como Ulises, escuchar músicas en palabra que me aseguraban: cuando me necesites yo siempre estaré donde tú quieras buscarme.

Sé que lo más importante, lo más hermoso del amor no está en las cosas que se dicen los enamorados, si no en lo que se callan. La fidelidad hacia lo que sentimos podemos intentar explicarla con palabras pero jamás tendrá mejor razonamiento que aquel que avalan los hechos.

Un amor que hay que manifestarlo sólo con palabras será siempre un amor del "todo a cien" en el bazar de la vida.

El amor se expresa en cualquier parte del mundo con el esperanto de los sentimientos. Nada se ha dicho, nada se ha escrito más bello y más profundo que lo que un alma enamorada siente y sólo a veces la mirada expresa, sin llegar por eso a tener que pronunciar ni una sola palabra.

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