Tiene una edad que si no lo conoces llamarías madurez. Pero aún le quedan algunos flecos para alcanzarla. La última vez que jugó un partido de fútbol fue eso, la última vez. Sufrió un vahído y se asustó. Aunque la cuestión no es solo física sino mental.
Sentimentalmente anclado en la adolescencia, le cuesta asumir responsabilidades; todavía alberga dudas sobre su identidad; se ve feo y desgarbado…El mundo, según él, debería ser un lugar justo y apto para todos los públicos.
Escucha melifluas canciones sobre amores inalcanzables, hermosas mujeres de piel inarrugable y viejos perdedores con el corazón destrozado. Le atrae mucho lo patético.
Ese idealismo exacerbado le impide concentrarse en el presente, en el aquí y ahora, en lo que tiene entre manos (su trabajo). Sueña con un futuro mejor y suelen sorprenderlo en Babia sus compañeros de oficina y, lo que es peor, su jefe.
El jefe se llama Arturo. Tiene mesa redonda en el despacho, pero es casualidad. Sufre una molesta sensación de estrés, tan persistente que se ha vuelto crónica. Siempre insatisfecho, angustiado por los malos resultados de la empresa y cabreado con sus empleados, que considera poco eficientes.
Su mujer, Adela, ocupa un puesto de responsabilidad en una empresa multinacional y gana más que él. No le importa, pero le fastidia que el poco tiempo que pueden compartir (ella siempre está viajando) se lo pasen discutiendo. Adela nota que su marido ya no es tan romántico ni detallista como antes. Parece estar absorto en sus propios asuntos y apenas le presta atención. O la saca de quicio con sus torpezas. Arturo se queja de un tipo de la empresa que pone canciones insufribles y no es todo lo diligente que a él le gustaría. Está pensando como despedirlo. Todos estos asuntos hacen que su hijo Marc se encierre en la habitación, donde tiene un potente ordenador o se vaya de casa sin apenas decirles nada. Los empieza a ver como unos "carrozas"…
Marc se pone a chatear y queda con Cristina en un bar del puerto. Los estudios no le van demasiado bien. Ve su futuro nebuloso y no sabe qué hará el año que viene. Lo único que tiene claro es que quiere marcharse de casa para empezar a vivir por su cuenta.
Independizarse. Cuando está con ella, se siente flotar por encima de los problemas y las mezquindades que le rodean. Con ella se siente bien…Piensa que no dejará nunca que le pase lo mismo que a sus padres, aprisionados dentro de la rutina y discutiendo por tonterías.
Cristina se arregla para salir con Marc. De toda su red social, de tropecientos amigos, él es el único que la comprende. Mientras se mira en el espejo, piensa que ya es hora de superar la traumática separación que vivió hace unos años…
Cuando abres una historia, aparecen otras dentro.