Los ayuntamientos menorquines emprenden estos días una nueva singladura tras la constitución de las corporaciones locales. Los nuevos mandatarios navegarán sobre aguas turbulentas. La cuantiosa deuda acumulada por las arcas municipales estos últimos años, unida a la crisis económica y a la imposibilidad de algunos consistorios de acudir al crédito, mermará la capacidad de maniobra de los nuevos gobiernos locales. Desde las filas populares se insiste hasta la saciedad en la necesaria austeridad. En consecuencia, los equipos de gobierno que presenta el PP han reducido a la mínima expresión las dedicaciones exclusivas. Un gesto que "a priori", y tal como está el panorama, es de agradecer, la renuncia a vivir del erario público. No obstante, esta idea de conciliar la vida política con la profesional a la que se enfrentarán muchos de los nuevos concejales se antoja difícil. La administración municipal, por su cercanía al ciudadano, es la que más constancia y seguimiento requiere y a la que más se exige. En los resultados se verá si los nuevos ayuntamientos son capaces de arribar a buen puerto.
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