Terminado el año 5771 acabamos de estrenar el 5772? en el calendario judío, naturalmente.
Se trata de un calendario lunisolar, es decir, que combina ciclos lunares y solares para determinar la duración del año. Se compone de meses lunares de 29 y 30 días, alternativamente, con unos 11 días menos que el calendario gregoriano. Para evitar que se produzca un desfase completo con el ciclo solar (lo que haría que fiestas vinculadas a las cosechas, por ejemplo, cayesen en una época inadecuada del año), se añade un mes lunar 7 veces cada 19 años, es decir, aproximadamente 1 mes adicional cada 2 o 3 años, según los casos. Con este modelo mixto de medición lunar y solar se consigue una coincidencia de duración casi exacta con el calendario occidental, pues el año hebreo es solamente 6 minutos y 25 segundos más largo que el nuestro.
En realidad, el calendario judío se basa en el Mesopotámico, descubierto por los babilonios, cuyo uso estaba ampliamente extendido entre los pueblos de Oriente Medio hace 3.000 años. Aunque ha ido sufriendo diversas modificaciones, se atribuye al cordobés Maimónides la definitiva configuración de los cálculos para ajustar el calendario judío en el siglo XII de nuestra era.
El Año Nuevo se llama Rosh Hashaná, que en hebreo significa literalmente, "cabeza del año", es decir, principio o comienzo del ciclo. La fiesta no es tan jaranera como son nuestras Nocheviejas. No hay campanadas, ni uvas, ni fuegos artificiales o gente en las calles abrazándose. Se celebra en familia y las dos tradiciones más señaladas son comer manzanas en rodajas untadas en miel (que representa la esperanza de que al año que comienza sea dulce) y visitar una corriente natural de agua (sea un río, un manantial o el mar) recitando una selección de las Escrituras y esparcir migas de pan sobre el agua, lo que simboliza que uno se deshace de los pecados del año finalizado, "arrojándolos al fondo del mar", como dicen las Escrituras (Miqueas, 7:19).
También es muy característico de Rosh Hashaná que suene el shofar en la sinagoga durante las oraciones de la mañana. El shofar es uno de los instrumentos de viento más antiguos de la humanidad (tiene más de 4.000 años) y consiste en un cuerno hueco, normalmente de carnero, aunque también puede ser de cabra o de antílope. Cuantas más curvaturas tenga, más preciado es. Emite un sonido sordo y algo monótono, como suele ocurrir con los instrumentos musicales rituales.
Nueve días más tarde del Fin de Año judío se celebra la fiesta más sagrada del judaísmo: Yom Kippur, el Día de la Expiación. Es un día de penitencia y ayuno en el que los judíos se arrepienten de los pecados cometidos durante todo el año y se hacen propósitos para el año recién estrenado. Comienza al atardecer de la víspera y termina con la caída de sol del Día Sagrado. Los creyentes ayunan veinticuatro horas por completo, sin probar comida o bebida ni mantener relaciones conyugales. Es tiempo de aflicción y sufrimiento, pero también de perdón y reconciliación.
Durante ese día, Israel se paraliza por completo. Cierran todos los establecimientos públicos y privados, no circulan trenes ni autobuses, los aeropuertos quedan clausurados. No rueda un solo automóvil. Ninguna emisora de radio emite señal y tampoco hay televisión, ni siquiera por cable o satélite. No se oye música, no hay griterío, apenas los pájaros y el zumbido de las cajas eléctricas de los semáforos, que siguen cambiando de color, inútilmente, en unas calles vacías. El país se sume en un silencio estremecedor, como el que sigue a una catástrofe apocalíptica.
El único consuelo para las familias ese día es que se puede circular en bicicleta. Y así lo hemos hecho nosotros este año, dándonos el extraño gusto de pedalear por una autopista de cuatro carriles completamente despejada y con niños pequeños.