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Trenes que pasan

Anónimos anónimos

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"Ensayar es cosa de maricones", dijo el productor Brett Ratner y la reacción de la comunidad gay fue tal que tuvo que renunciar a producir la próxima gala de los Oscar. Es paradójico que en la época que más posibilidades tenemos de comunicarnos y opinar a través de las redes sociales, los blogs o la prensa digital, los personajes públicos estén más expuestos que nunca a perder trabajos o a ser censurados públicamente por meter la pata cuando hablan de más. La policía de lo políticamente correcto castiga a quienes usan su verdadera identidad para decir lo que piensan y en cambio los foros de opinión de la prensa digital están poblados de escritos sin firma que arremeten sin contemplación contra todo bicho viviente.

Esto no deja de ser otra ironía, la corrección política que originalmente promovía la tolerancia se ha convertido en herramienta de fanatismo e intransigencia.

En cualquier caso, vamos mejorando: en el medievo, las opiniones contra la verdad establecida podían ser castigadas con la hoguera; en los paraísos comunistas también podían liquidarte pero había alternativas menos definitivas como enviarte al gulag o al psiquiátrico; con Franco ibas a Carabanchel, mientras que ahora, te arriesgas a perder el trabajo o a que te pongan a caldo en todos los medios. A este paso algún día por fin podremos desbarrar tranquilamente en público sin necesidad de ser anonymus.

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