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Desde los leones, ¿jurar o prometer?

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Durante la sesión constitutiva de las Cortes Generales de la X Legislatura pude oír como indistintamente se juraba o prometía acatar y defender la Constitución. Algunos expresando que lo hacían bajo imperativo legal, otros expresando sus preferencias por una República o por sus propias Constituciones, etc.

La distinción entre jurar o prometer es según la RAE:
Jurar: (Del latín Iurare). 1. tr. Afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas. 2. tr. Reconocer solemnemente, y con juramento de fidelidad y obediencia, la soberanía de un príncipe. 3. tr. Someterse solemnemente y con igual juramento a los preceptos constitucionales de un país, estatutos de las órdenes religiosas, graves deberes de determinados cargos, etc.
Prometer: (Del latín Promittere). 1. tr. Obligarse a hacer, decir o dar algo.

Entre ambas definiciones me quedo con la de la prometer, que ni afirma ni niega, que obvia comprometer a Dios, evita la fidelidad, la obediencia y el sometimiento ciegos, conceptos todos ellos contrarios a la autonomía, a la igualdad y a la cohesión.

Éstas, autonomía, igualdad y cohesión, son las mismas palabras, antiguas y bellas, de la Declaración de Independencia de los EUA, en Filadelfia el 4 de julio de 1776 -todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad- y de la Revolución Francesa, el 14 de julio de 1789 –Libertad, Igualdad y Fraternidad.

En el próximo año 2012 celebraremos el segundo centenario de nuestra primera Constitución, la de Cádiz, La Pepa. En pleno siglo XIX declaraba su vocación planetaria al afirmar que la nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios. ¿Qué dificultad hemos de tener, desde esta óptica, para sentirnos y actuar como europeos, para sentirnos hermanos de todos los pueblos de la tierra?

La promesa enfatiza en la obligación, desde el crédito –reputación, fama, autoridad, en sentido favorable– y desde la solvencia –acción y efecto de resolver. Cualidad de solvente.

En resumen, queda el testimonio y la constancia pública de que los 349 diputados prometieron o juraron acatar y defender la Constitución. Y en eso no cabe cruzar los dedos para librarnos de la obligatoriedad del respeto a la norma máxima que nos concedimos en 1978.

Por nuestro respeto al juramento o a la promesa, siendo solventes, seremos evaluados y obtendremos crédito. Así sea.

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