Elemental: sin una fructífera siembra previa no habrá brotes verdes. Diciembre, enero y febrero acaso son los meses idóneos para intensificar el debate sobre el futuro de la industria turística de Menorca. Cuando la mayoría de los empresarios de este sector económico disfrutan de sus vacaciones o ultiman la planificación de la próxima temporada, es la hora adecuada para intercambiar puntos de vista sobre una serie de problemas pendientes de solución desde hace bastantes años. En verano, cuando se supone que empresarios y trabajadores están volcados de lleno en la marcha de los respectivos negocios, no hay tiempo para la reflexión, al menos para una reflexión sosegada que se conduzca desde la máxima sensatez.
La celebración de una nueva edición de la Feria Internacional de Turismo en Madrid y el anuncio de la programación de la Fiesta del Mar que la Fundació Destí, dependiente del Consell insular, ha ideado para el próximo mes de mayo son hechos puntuales que me llevan a transcribir unas breves notas que quizá podrían servir para la reflexión que aquí se reclama.
De entrada, importa dejar clara una obviedad que en ocasiones solo genera confusión: la industria turística no se circunscribe a la explotación de la oferta de alojamiento existente, esto es, de hoteles y apartamentos. La industria del ocio vacacional abarca otros segmentos como son el comercio tradicional, la cultura y el arte, la oferta gastronómica, la náutica, la artesanía, el excursionismo, la actividad hípica e incluso la producción agraria local. Por tanto, la proyección social y económica de la industria turística es muy amplia. Hago esta precisión porque conviene distinguir entre el turismo de cantidades del turismo de rentabilidades; una cosa es llenar los hoteles y otra muy diferente analizar cómo se distribuye y hasta dónde alcanza finalmente el gasto turístico en destino.
En materia de transporte aéreo y terrestre persisten lamentablemente unas trabas clave que condicionan una correcta evolución de la industria turística. Menorca sigue sin contar con unas conexiones aéreas y unos precios que faciliten la expansión y crecimiento de su primera industria. Viajar a Menorca continúa siendo una opción muy cara, determinadas tarifas son sencillamente prohibitivas para la mayoría de cuantos visitantes españoles quieren conocer esta tierra y disfrutar de sus atractivos turísticos. Esta es una realidad innegable que frena muchos planes vacacionales.
En cuanto al transporte terrestre, excepto una línea que se implantó con éxito el año pasado en Ciutadella, no existe un servicio público de minibuses para visitar determinadas playas vírgenes. Los turistas que desean disfrutar de ellas tienen que recurrir a los taxis o a los coches de alquiler. Se carece asimismo de un servicio similar para conocer los más importantes recintos arqueológicos de la Isla. A menos que sea mediante un autocar discrecional con salida desde los establecimientos hoteleros, hoy día ni siquiera es posible ir hasta la Naveta des Tudons o Torre d'en Galmés en un autobús de línea regular.
Por otra parte, en tanto que en Maó funciona desde hace unos años una estación de autobuses, en Ciutadella se retrasa incomprensiblemente esta instalación. Y resulta chocante que los autobuses que cubren las líneas con otras poblaciones menorquinas tengan su parada en la plaza Menorca mientras que los asignados a los trayectos entre Ciutadella y sus urbanizaciones ubican sus llegadas y salidas junto a la Plaça des Pins. Al respecto, ¿por qué no se abandona la plaza Menorca y se sitúan los autobuses regulares en la Plaça des Born, estacionados en batería frente al Ayuntamiento? Sería una parada más céntrica que no dudo agradecerían turistas y residentes, sobre todo porque en días de sofocante calor o de jornadas lluviosas los usuarios podrían protegerse del sol o de los aguaceros bajo los soportales de la casa consistorial. (El emplazamiento aquí de estos vehículos serviría además para recordar a los ediles que sigue sin construirse la estación de autobuses en el municipio de mayor peso turístico de la Isla). En todo caso, no debería demorarse una serie de mejoras en la red del transporte terrestre. Téngase en cuenta asimismo la paradoja de que un deficiente transporte terrestre favorece el todo incluido hotelero, que los turistas se encierren en sus hoteles.
La fórmula del todo incluido llegó a Menorca para quedarse. En este sentido, sería interesante que ASHOME diera a conocer el porcentaje de la planta hotelera que se ha apuntado a la citada modalidad y cuantos establecimientos operarán así el próximo verano. Al mismo tiempo, habría que saber qué gestiones han realizado las distintas asociaciones del comercio y la restauración para contrarrestar la penetración del todo incluido. De momento solo constan las quejas del pequeño comercio y de los restaurantes; pero de nada servirán las simples protestas si no plantean alternativas viables.
Aún a riesgo de que la propuesta se tilde de disparatada, una de las alternativas de futuro a considerar es la expresada desde el ámbito de los consumidores y que aboga por construir unos grandes centros comerciales según el modelo de L'Illa Diagonal o el complejo levantado en los terrenos que ocupara la plaza taurina de Las Arenas, ambos en Barcelona, aunque con unas dimensiones mucho más reducidas por obvias razones de población. ¿Surgirían promotores privados para llevar a cabo un proyecto multiempresarial de tales características en Menorca? Los tiempos que corren no invitan a embarcarse en semejante aventura y más si no fluye el crédito. Pero no hay que cerrar puertas al futuro para estudiar la viabilidad de unos centros en los que una completa red de establecimientos comerciales incluyera, para los visitantes españoles y extranjeros, y por supuesto para los residentes, la mejor producción del calzado y la bisutería; restaurantes con los platos de la cocina menorquina; una extensa muestra de las actividades náuticas, ecuestres y excursionistas; las piezas más atractivas de los joyeros, pintores, escultores y artesanos; así como la calidad y variedad de los productos que elabora el sector agroalimentario insular. Y sin olvidar tampoco alguna librería especializada en la difusión de la literatura, la historia, el folklore y un amplio abanico de estudios menorquines.
Para llevar a cabo iniciativas de esta envergadura es evidente que habría que impulsar unas acciones unitarias que impliquen al conjunto de la industria turística y de otras parcelas económicas. Unas acciones que incidieran igualmente en la potenciación del turismo cultural. Unas acciones para las que sería imprescindible desplegar todas las potencialidades de la promoción turística cuya transferencia sigue denegando el Govern balear. Bien está, pese a tal absurdo político, que representantes del Govern, Consell insular y ASHOME acudan a FITUR porque la promoción es un capítulo esencial para la industria turística. Pero, ¿cuál ha sido la presencia de otras entidades menorquinas en la feria internacional de Madrid? ¿Por qué a este tipo de eventos normalmente solo asisten los hoteleros? No basta con reivindicar la competencia de promoción con meras palabras; hay que reivindicarla también con hechos. Porque tampoco cabe conformarse con aplaudir la anécdota del catedrático chino -traductor de Mao Tse-Tung- que, con su actitud voluntarista y entusiasta, pretende promocionar Menorca en el inmenso país asiático.
En definitiva, los brotes verdes en la industria turística y en otros sectores de la economía menorquina no nacerán por arte de magia. Primero hay que volcarse en una siembra extensa y minuciosa con el propósito de que resulte tremendamente fructífera. Y queda mucho por sembrar.