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Xerradetes de Trepucó

Cincuenta y seis años después

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Per Sant Blai, sembra l'all.

De regreso del cementerio, iba yo por el camino de Trepucó. Triste, callada. Contemplaba el campo verde, el cielo de un gris plomizo. El reloj marcaba las seis treinta del último día de enero de este recién año 2012. Atrás quedaba, una familia unida en el dolor, velando el cuerpo de la que fue hermana y tía. Mujer que se dedicó en cuerpo y alma a sus sobrinos.

Marcela Real Bagur. Siempre tan querida, una de las primeras enfermeras mahonesas que entró a formar parte del equipo del ambulatorio junto a Juana Mª Curieses Alejandre, Margarita Pons Garriga, Antonia Llopis y Apolonia Benejam Arguimbau, tras haberse inaugurado la nueva Residencia Sanitaria Virgen de Monte Toro.

Marcela, abierta a todos, ayudando e intentando ser útil, lo suyo era dedicarse a los pacientes. Como vecina fue encantadora. Mi padre al cel sia, fue amigo de sus padres con la particularidad que con su madre les unía una amistad desde fiets. Recuerdo cuando vivían en la calle del Carmen, una planta baja muy cercana a la esquina con la de Santa Eulalia, frente el colegio de los "Hermanos".

Casualidades de la vida han hecho que Marcela partiera a la casa del Padre cinco días después de Natividad Martínez Lambea, de grato recuerdo. Esposa de Antonio Obrador, primo hermano de las Real. Reciban ambas familias mi más sentido pésame.

De pronto empezó a llover, con esa lluvia fina y persistente, que como dice Praxèdies, dando la sensación de no mojarte, cuando en realidad te va calando hasta los huesos.

Así de esta guisa, entré en es lloc de sa Figuera. Menudo recibimiento, no pude decir ni peix frit. Mis compañeras, muy atentas al cajón con vidriera, sintonizando El Sálvame. Sinónimo de incultura, chafardeo impresentable, innecesario, que a nadie agrada, que todos repudian y hablan mal, criticadísimo, y que curiosamente, en la cola del pan o la lechería, las mujeres de todas las edades y condiciones, saben a pies juntillas de que ha ido el tema la tarde anterior. Esto es así. Demasiados viven cara a la galería. Haciendo, diciendo, pregonando, cuando nada de cuanto se alega es certero.

La chimenea a totes, y la tertulia también. No hace mucho escribí que al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es por ello que hoy debo hacer un mea culpa y escribir en letras ben grosses i ben destacades que donde dije digo, digo Diego. Que sí. Efectivamente Agadet es la mejor cocinera del talayot de Trepucó y punto. Pero la mujer que mejor hace ses coques amb roes es Pilar de Olives de Vidal. Ella, siempre tan accesible, ama de casa a la antigua, con tan buen gusto a la hora de acoger familia y amigos, rodeada de sus nietas/os, los obsequia con las típicas coques roes, a las que llama: Galletas de chicharrones.

Bendita la hora que su hermana Mª Fernanda me puso al corriente de sus dotes. Efectivamente Pilar, debes saber que las hice tal cual me recomendaste, siguiendo tus pasos y hoy públicamente debo darte las gracias. Vaig quedar com una dona grossa.

Y la charla continuó tan animada que desenchufamos la tele, ya no tenía interés alguno lo que sucede per aquí i per allà. Quica, que estrenaba uno de estos pequeños aparatos para escuchar y oír mejor, con las pilas nuevas, se sentía como una chica mayor, tal cual como el primer día que estrenó calces i torbigueres.

Participándonos de su parecer y de lo que haría de llegar a ganar del cupón de la Once, que juega una vez por semana. Acudiría a las oficinas de la eléctrica, haciéndose cargo de todos los recibos pendientes de pago. Decisión tomada tras leer es diari.

Otro tema que se debate en tertulias, colas del cine, peluquerías, carbonerías, barberías, y cuantos comercios se encuentran abiertos, lamentablemente van quedando menos, son las subvenciones. Como dice el mayoral, y las clientas de la tienda de comestibles de na cadireta coixa, no comprenden que se espere tanto de las arcas del gobierno.

A saber, el pueblo critica a los padres de la cosa, cuando se pide cobrar por una cosa u otra, a la vez que este mismo pueblo vería con muy buenos ojos percibir subvenciones por el deporte, para el mundo del teatro, de la música, para el mantenimiento de cabras, cabritos, gatos, caballos, conejos, "caderneres". Y que estas ayudas, no falten para montar una granja de caracoles, criar mosquitos, pulgas voladoras, cienpiés, etc. Al volver la vista atrás, no recordamos el haber visto jamás de los jamases tantas subvenciones. ¿?. Cuando llueve, hace viento, se cae un árbol... Los de mi edad, sabemos de los apuros económicos de nuestros mayores, los que jamás escucharon ni tan siquiera conocían la palabra subvención. Si perdían la cosecha, sufrían la pérdida, si los pescadores perdían las redes en un temporal, sufrían sin rechistar, jamás disfrutaron de petróleo a mitad de precio ni nada por el estilo. Como dice el fielatero, sería bueno conocer el remedio para llenar tantos huecos, pero sin saber de política, ni poseer estudios universitarios, es fácil llegar a la conclusión que es imposible poder complacer a tantas instituciones y mucho menos en unos momentos tan críticos como se están viviendo.

La charla, derivó de un tema a otro. Entre noticias de nuestro querido diari, en este caso la aparecida el jueves, felicitamos al presidente del Ateneo , José Antonio Fayas y su equipo tan valioso, siempre intentando lo mejor, en este caso, dedicar sus recuerdos a personajes isleños. Iniciándose la charla con la figura de don Mateo Seguí Mercadal, siempre tan querido por esta servidora. No en vano me ayudó y me cuidó en mis dos embarazos y en el momento de dar a luz, estuvo siempre a mi lado. Sempre l'estimaré, dony Mateu.

Cerramos la velada con un tema que, invierno tras invierno, siempre sale a la palestra. Aquel lejano 1956 de inolvidable recuerdo. Que a pesar de los 56 años transcurridos, como muy bien decía el jueves nuestra admirada Sia Pons, jamás se olvidará. Contaba yo con 11 años, han pasado un bon grapat, recordando las vivencias como niña, despertándome aquella mañana con la sorpresa de que mi calle se encontraba nevada, no había sido pisada, estaba preciosa. Desde la ventana se observaba la ladera tan blanca en contraste con el negro del dique de la Estación Naval, salpicado tal cual hubiera sido pintado del color de la cal.
Varios vecinos junto a mi padre, intentaron arrinconar la nieve que se había ido acumulando a lo largo de la noche, principalmente sobre las aceras, para facilitar la llegada hasta la tienda de comestibles de casa Mando. Era como un cuento, tal cual los que acostumbraba a leer de la colección Azucena, llamados de hadas, con los dibujos de María Pascual.

Fue una jornada diferente, las cocinas olían a caldo de gallina y por las chimeneas se escapaba el perfume del pan recién cocido en la cocina de hierro. Por la tarde de aquel día junto a Pedro Soler y Antonia Gaya del cuartel de la Guardia Civil jugamos a la "cuca canta" a la vez que mi madre cuidaba las habas que iba tostando. Jamás las comí tan ricas, tan sabrosas, tan especiales, con sabor a ella, a aquella madre mía, alma de lo que fue mi hogar.

Todos tenían miedo de resbalar, andaban como si pisaran huevos. En realidad, los resbalones llegaron tres días después. La belleza de la blanca nieve, se vio contrastada con la negrura del deshielo, ocasionando a los médicos hacer radiografías y escayolar, amén de infinidad de contusiones, decía Mercadal, el farmacéutico de Es Camí des Castell que lo más vendido en aquel febrero de 1956, había sido coñac, leche caliente, aspirinas, Termosán y parches sor Virginia.

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margarita.caules@gmail.com

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