Se cumplen 75 años de su muerte, lo cual ha dado lugar, entre otras muchas iniciativas, a la celebración de un Congreso internacional en la Universidad CEU San Pablo, de Madrid. La respuesta de los asistentes ha sido muy significativa y la calidad del contenido, extraordinaria.
No cabe duda de que la personalidad de G, K. Chesterton, como católico ferviente, como escritor impactante y como hombre entrañable, se va extendiendo y traspasa todas las fronteras. Con razón, uno de los más conspicuos participantes en el congreso, el Sr Ahlquist, presidente de la American Chesterton Society, ha dicho que este autor inglés es «un escritor de esperanza», y añadía que «tiene una apreciación de la vida, de la gente, de la creación, casi no igualada por ningún escritor moderno».
Gilbert Keit Chesterton nació el 29 de mayo de 1874 en Campden Hill (Londres) y fue bautizado en una pequeña iglesia anglicana llamada de St. George. Sus padres no se distinguían por su práctica religiosa, y él se dejó llevar por el agnosticismo. Contrajo matrimonio con Fances Blogg que era una piadosa anglicana, y ésta esposa le fue acercando al cristianismo que regeneró su pensamiento, induciéndole a una singular estima de las verdades de la fe. Su capacidad de análisis y su gusto por conocer la historia desde lo más íntimo de los pueblos y sociedades, todo esto le llevó a valorar con sumo aprecio los ideales cristianos que irrumpieron sobre la cultura greco-romana y la elevaron hacia unas cumbres muy luminosas y le hicieron saborear una vida nueva.
Se enfrascó luego Chesterton en el estudio de los Santos Padres, así como en el descubrimiento del heroísmo de los mártires, y en la riqueza de la espiritualidad medieval. Este proceso le condujo hacia el catolicismo que abrazó en 1922. De su obra "San Francisco de Asís", que escribió al tiempo de dar el paso de su conversión, se ha dicho que es un «libro de fuego», porque en él se manifiesta el fervor del quien descubre una luz maravillosa y se siente atraído por un intenso amor. Le impresionaron especialmente las palabras del santo de Asís, cuando le iban a cauterizar con fuego unas heridas en los ojos, tratando de devolverle la vista que se le apagaba: «Hermano fuego: Dios te hizo bello, poderoso y útil; yo te ruego que seas cortés conmigo».
Chesterton fue una persona dotada de una gran cortesía. Se ha dicho que «conocerle era quererle». Sin embargo no temía decir las verdades y anunciar grandes males de cara al futuro de la sociedad europea, aunque él expresaba sus íntimos anhelos diciendo que «quería equivocarse». No podía, sin embargo, dejar de proclamar lo que intuía como el futuro de una sociedad que renunciaba a las esencias y raíces de donde provenía. Quizá más que de un don profético se trate de una gran capacidad de intuición como la que tuvieron años antes que él dos genios del pensamiento en España, que son Jaime Balmes y Donoso Cortés, quienes previeron con mucha antelación lo que iba a ocurrir con el desmoronamiento de los principios morales en Occidente y con el surgir de un protagonismo político de criminales designios, que se manifestaría en los inmensos territorios de Rusia en donde se combatiría a muerte contra su arraigada tradición cristiana.
De entre las intuiciones de Chesterton, he aquí algunas muestras. En 1905 ya anunció la revolución rusa, que se iba gestando y de la que en 1919 afirmó que se extinguiría al cabo de pocas generaciones. Predijo una segunda guerra mundial, de la dijo que «probablemente empiece en la frontera polaca», y que sería «la más horrible».
En cuanto al relativismo moral y la decadencia de las costumbres de Occidente, decía que «la locura de mañana no está en Moscú, sino, mucho más, en Manhattan». Y en su libro San Francisco de Asís, y refiriéndose a la decadencia del Imperio romano, escribe. «Lo que aconteció a la naturaleza humana en general, fue que el mundo se coloreaba de pasiones peligrosas, que empeoraban rápidamente; de pasiones naturales que se convertían en pasiones contra natura». Y añadía: «La sexualidad no debe admitirse con simple carácter de igualdad entre las emociones elementales o los actos de la vida física como el comer y el dormir. En cuanto el sexo deja de ser un siervo, se convierte en tirano». En consecuencia Chesterton preveía los intentos de destrucción de la familia, la cultura de la muerte con los crímenes del aborto y de la eutanasia, y una larga secuela de males, destructivos de la especie humana.
También previó Chesterton las imposiciones del Estado sobre el don de la libertad para hacer el bien, que es un valor propio del ser humano, así como también intuía las persecuciones contra el cristianismo y un «odio fanático a la moral». Y precisó el alcance de todo ello: «Veremos guerras y persecuciones, como el mundo no ha visto nunca».
Estas tristes previsiones, sin embargo, no acababan en un catastrofismo absoluto. Lo que se proponía el sabio escritor inglés era cerrar el paso a la presunción de ser como dioses y a la desesperación del que desconfía. Porque siempre cabe la actitud del arrepentimiento ligado al esfuerzo para obtener la salvación, a lo cual va dirigida la propuesta de una «Nueva Evangelización» que se base en la búsqueda de Dios y la confianza en Él.