Don B Hoy queremos dedicar nuestro recuerdo a quien, por su longevidad, llegó a ser la escritora decana de aquella generación de mujeres intelectuales, que destacaron a lo largo del pasado siglo. Nos referimos a Rosa Chacel(Valladolid,1898-Madrid,1994), sobrina nieta de José Zorrilla. Contemporánea de aquella famosa generación del 98, repleta de grandes figuras como fueron Miguel de Unamuno, Antonio Machado o Valle Inclán, entre otros, no fue, sin embargo, ni por su carácter ni por sus ideas estéticas, una mujer marcada por aquella generación de la España sombría. Ni tampoco encajó en la generación siguiente, la de 1927, la de los García Lorca, Aleixandre, Cernuda, Salinas, Alberti, etc. Dotada de una recia personalidad, muy compleja y difícil, fue una escritora a su aire, nada convencional, dentro de la primera generación de mujeres intelectuales a la que pertenecen, entre otras, María Zambrano o Mª Teresa León. Hasta el final de sus días le caracterizó un implacable y nada diplomático espíritu crítico, hecho que no contribuyó precisamente a granjearse la simpatía de sus colegas.
Su entorno familiar propició, en gran medida, su marcada inclinación por el arte y la cultura. Su infancia transcurrió a caballo entre su Valladolid natal y Madrid, ciudad a la que se trasladó su familia, circunstancia que evoca en Desde el amanecer(1972), magnífica novela autobiográfica que es una muestra más de su voluntad persistente de indagar en la memoria. Movida por su primera vocación, la Estética, estudió Escultura en la Escuela de Bellas Artes madrileña, sin embargo, una enfermedad y otras circunstancias le privaron de culminar tales estudios. Su proverbial inquietud e interés por todo le llevó a frecuentar aquellos foros de debate como eran el Ateneo o el Café Pombo. Fue entonces cuando comprobó que su verdadero mundo era la literatura.Leyó, con entusiasmo, las obras de novelistas y filósofos europeos de su tiempo. En este tiempo de formación es destacable la influencia de Proust, Joyce, Freud y Nietzsche. En su interior latía también el interés por algunos escritores que representaban la continuidad de la cultura española: Valle Inclán, a quien le unía una profunda amistad y unas evidentes coincidencias estéticas, Unamuno, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset. Su primera experiencia europea en Roma, fue muy enriquecedora. Desde allí emprendió continuos viajes a diferentes lugares, en los que tuvo la oportunidad de contactar directamente con la frenética actividad vanguardista de entonces, especialmente del surrealismo francés. A su regreso a Madrid, entra en el círculo literario de Ortega y Gasset por quien llegará a sentir una gran admiración. Son los años de gran convulsión política en España: el advenimiento de la II República y el posterior inicio de la Guerra Civil. Rosa colabora con la prensa republicana y firma el Manifiesto de los intelectuales antisfascistas.
En 1937 iniciaría un largo exilio que le llevó primero a París y, al estallar la II Guerra Mundial, abandonó Europa y fijo su residencia familiar en Río de Janeiro, alternando con algunas estancias en Buenos Aires. Excelente narradora que se anticipó a su época con una prosa rica y precisa, se inició, sin embargo, en el campo lírico con un poemario A la orilla de un pozo(1936) e hizo una segunda incursión, muy posterior, en Versos prohibidos(1977). Pero, a pesar de su temple poético, fueron, ante todo, la narrativa y el ensayo los que ocuparon buena parte de su creación. Especialmente destacables son Teresa(1941), una obra con mucho más de novela que de biografía sobre la vida de Teresa Mancha, amante de Espronceda, el gran poeta romántico. Otra de sus obras más conocidas fue Memorias de Leticia Valle(1946) cuya protagonista es una niña que queda prendada del bagaje intelectual de su mentor. En ella nos cuenta una turbia historia de seducción intelectual entre maestro y alumna, por cuyo motivo algunos la han considerado como un antecedente de Lolita, de Nabokov. Aunque, quizás, su mejor y más ambiciosa novela fue La sinrazón(1960) en la que asistimos a una larga y dolorosa reflexión del protagonista sobre la frustración y el sin sentido en que puede convertirse una vida. Tras su largo exilio, regresó a España en 1973 para quedarse ya definitivamente. Con la transición política ya en marcha, comienza a cobrar el prestigio y reconocimiento que se le había negado. Rosa vive una etapa de plena producción en la que destacan tres obras memoriales en las que se nos muestra como la auténtica maestra de la voz íntima. Tres novelas de una manifiesta raíz personal, en las que traza, en idéntica línea, el decurso de toda una vida: la iniciación en Barrio de Maravillas(1976), la plenitud –Acrópolis(1984)- y el desenlace de la peripecia vital en Ciencias Naturales(1988). Barrio de Maravillas (barrio en el que se instaló su familia, al trasladarse a Madrid) y en la que, en un ejercicio de introspección, recrea su infancia, supuso su consagración. Una vez recobrado el ritmo creador, mantuvo hasta el final de su vida una intensa actividad literaria. Quizás el hecho de que compusiera buena parte de su obra desde el silencio y la lejanía hizo que pasara de puntillas, injustamente olvidada. La indiscutible valía de su obra bien merece que sea rescatada del ostracismo en que ha estado sumida.