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La nueva táctica gala

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Como estaba previsto, François Hollande se apoderó de la Presidencia de la segunda nación más poderosa de la Unión Europea, y su primera visita internacional la dedicó a la cancillera alemana, Ángela Merkel. François Hollande no se ha inventado una nueva estrategia nacional, sino que ha adaptado su perenne estrategia nacional a la situación económica actual. Su visita a la cancillera alemana no ha sido por razones protocolarias ni de cortesía, sino para reafirmar su intención de oponerse a la política de austeridad alemana y revisar el concepto actual de la Unión Europea, con la vista puesta en su anhelo de conseguir una imponente y dominante política gala en los asuntos europeos en el preciso momento cuando la hegemonía alemana está en su máximo auge.

Dos eventos destacables, entre otros, han formado la estrategia moderna francesa, empezando por la derrota de Napoleón en 1815 y en 1871 con la derrota francesa frente a los ejércitos prusianos que facilitaron la integración de la nación alemana y la consecuente pérdida de territorio francés pero también de la presencia de un gran Estado en su frontera oriental.

Inicialmente, el poderío militar de Francia era comparable y quizás mejor que los alemanes, pero su estrategia se basaba en alianzas, primero con Gran Bretaña por su poderío naval y después con Rusia cuyo enorme potencial militar pudiera presentar un insuperable obstáculo a los invasores germanos. Presentado con tal dilema, Alemania actuó primero y para evitar un segundo frente casi consiguió eliminar Francia en el primer conflicto mundial y lo consiguió en la segunda guerra mundial. En cada caso, la intervención estadounidense y otros elementos aliados en cada conflicto evitaron la debacle francesa.

Después de la segunda guerra mundial, entra en la escena europea el General de Gaulle quien estaba convencido de que no podía competir con los Estados Unidos y Rusia en un mundo globalizado, pero insistiendo en mantener su independencia frente a las dos mayores potencias, primero por su propio espíritu nacional y segundo por su desconfianza en los americanos. Recordamos que la estrategia del momento en América y en Europa era la contención del peligro soviético, y en caso de una invasión soviética en Europa, se haría, otra vez, un llamamiento al otro lado del atlántico para reforzar las fuerzas europeas, y si fuese necesario, emplear el armamento estratégico nuclear de Estados Unidos (EEUU). De Gaulle no confiaba en tal paraguas nuclear y estaba convencido de que una total dependencia de los EEUU convertiría Europa en el perfecto blanco para la Unión Soviética. Para de Gaulle, la hegemonía americana o soviética era anatema a los intereses nacionales de Francia y, además, para él los intereses de Francia y de los EEUU eran totalmente opuestos. Tampoco pensaba en una posible alianza con los británicos para conseguir una fuerza europea de defensa y por este motivo decidió que la defensa de Francia debería consistir de una fuerza nuclear independiente para disuadir cualquier intento soviético de invadir Francia después de haber traspasado las fronteras alemanas.

Atrapado entre las dos potencias mundiales, EEUU y la Unión Soviética, de Gaulle decidió que la defensa de Francia a través de una alianza de seguridad necesitaba de una cooperación europea, quizás bajo los auspicios de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) o cualquier otra forma de unión económica europea, ésta última para evitar las competiciones de los siglos pasados. El general aceptó la formación de la OTAN pero no podía contemplar una total integración en su estructura militar, afirmando con dicha postura que su visión de Europa no era de índole integracionista. De Gaulle estaba convencido de que la integración política europea estaba plagada por múltiples escollos de intereses nacionales, pero aceptó su institución porque estimaba que eventualmente podría jugar un papel importante en el desarrollo del programa europeo si su participación estaba apoyada con una alianza estratégica con Alemania, aspirando a que su participación obtuviese la mayor relevancia frente a su inmediato rival del este.

Entonces no podemos extrañarnos de que los nuevos inquilinos del Elysée Palace intenten posicionarse en la esfera europea, sin ser gaulista pero con el estilo gaullista, para conseguir la consagración de determinados objetivos nacionales, sin aspirar a la obsesión gaullista de la soberanía. Los inmediatos pasados presidentes de la República Française, Chirac y Sarkozy han estado convencidos de que alcanzar la visión gaullista es perfectamente plausible a través de lazos económicos con los partenaires europeos
Seguramente que François Hollande eligió Alemania para su primer contacto europeo porque Francia necesita Alemania, pero también para exponer su propia filosofía socialista y no para aceptar de manera invidente las soluciones germanas a los problemas de los Estados Europeos. François Hollande no es precisamente gaullista, pero sus pautas a seguir se aproximarán a los conceptos gaullistas y como he dicho al principio, la mayoría de los presidentes no crean estrategias sino que se adaptan as las circunstancias estratégicas prevalentes posterior al inicio de sus jefaturas.

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