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El trabajo y el crecimiento como objetivos

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El primer problema de la economía española es el desempleo que acompaña a la depresión económica; por tanto, el principal objetivo del gobierno debería ser el impulso del crecimiento económico, lo cual es incompatible con las medidas de recortes intensos a corto plazo para reducir déficit a un ritmo frenético inalcanzable, que además de imposibilitar la recuperación económica agrava los mecanismos para ello (incremento de paro, descenso de consumo y sobre todo de inversión, así como aumento de deuda pública) conforme he argumentado teóricamente en otros ensayos publicados en este periódico. El problema de la prima de riesgo de la deuda española es conceptualmente distinto al del déficit y responde en parte a otros mecanismos. Dicho de otra manera, cuando España vuelva a crecer las ratio respectivas de déficit y deuda con el PIB mejorarán, pero no lo harán sin crecimiento del PIB. Cuando este país se recupere en términos de PIB, la prima de riesgo se verá aliviada, aunque sin garantías de solución completamente satisfactoria.

La obsesión de los alemanes por reducir a ritmo exagerado el déficit presupuestario y su temor a la depreciación monetaria está en su experiencia histórica de la hiperinflación después de la Gran Guerra, cuando un marco en noviembre de 1923 llegó a no valer prácticamente nada; pero gracias a la ayuda internacional coordinada por EEUU fue el primer país europeo que retornó al patrón oro y fue en 1924, un año antes que lo hiciera el Reino Unido. Esto los alemanes no deberían olvidarlo, además de otros gestos en su beneficio después de la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente la eurozona no corre peligro de inflación, prueba de ello es que el tipo de interés establecido por el BCE es más bajo que nunca; no obstante la situación atípica de Alemania que se beneficia de modo singular de los bajos tipos para su deuda podría ocasionarle algún problema inflacionista (en su pecado llevarán la penitencia), pero en cualquier caso de modo poco alarmante para su economía; este problema se les solucionaría mediante una mayor integración con el resto de los países del euro. El problema inflacionista como justificativo de la naturaleza del BCE y de las líneas de acción monetaria germana no existe hoy en la eurozona, por tanto, resulta cuando menos sorprendente la línea de política económica de la presidenta teutónica.

En el plano teórico será Keynes quien alumbra el tema una vez más ("The General Theory", capítulo 21, pp. 292-309). El BCE y la presidenta alemana, en cambio, se inspiran en la teoría neoclásica que yerra a este respecto. Los neoclásicos de antaño y los ultraliberales de hoy entienden que cualquier aumento de la oferta monetaria genera inflación (a menos que con esto queramos decir solamente que los precios están subiendo) y pretenden ahorrar recursos mediante recortes presupuestarios con objetivos pretenciosos e indefinidos a medio y largo plazo, que estrangula la economía española, entre otras. Lo cual está ligado con el supuesto básico de la teoría clásica de que siempre nos encontramos en circunstancias tales que una baja en las retribuciones reales de los factores productivos conducirá a una contracción en su oferta. Keynes critica esta opinión y analiza los términos de eventuales efectos sobre los precios por incremento del volumen del dinero.

El economista de Cambridge demuestra que el aumento de la oferta monetaria ocasiona incremento del índice general precios siempre con una elasticidad inferior a la unidad, por tanto no en la misma proporción y analiza que no tiene por qué generar inflación, que es distinto a que aumenten simplemente los precios. Llega a esta conclusión después de un complejo, pero preciso análisis con cinco supuestos distinguiendo en la elasticidad de los precios respecto al incremento de dinero a otras razonadas elasticidades intermedias como las de la propia demanda efectiva y la de la ocupación, la de los salarios nominales y la elasticidad de la producción de nueva oferta, todas ellas respondiendo al incremento de dinero; análisis que ignora la teoría neoclásica que se mueve en un mundo irreal.

En definitiva analizadas todas las cautelas, escribe Keynes: "Debemos considerar en primer lugar el efecto de los cambios en la cantidad de dinero sobre la magnitud de la demanda efectiva; y el crecimiento de ésta irá, en términos generales, a aumentar la cantidad de la ocupación y a elevar el nivel de precios. Así, en vez de que los precios permanezcan constantes mientras haya desocupación y de que los precios crezcan, relativamente a la cantidad de dinero, cuando exista ocupación completa, tendremos de hecho, una situación en que los precios ascienden gradualmente a medida que la ocupación crece" (p. 296 ).

La importancia del dinero surge esencialmente de que es un eslabón entre el presente y el futuro, proporcionando una teoría del valor y de la distribución y no una "teoría del dinero" autónoma. Los cambios en la oferta monetaria inciden en el nivel de precios, tanto en la remuneración de los factores productivos como en la escala de producción como un todo del volumen de ocupación; pero la variación más importante es el efecto tanto sobre los costes como sobre el volumen de los cambios en la demanda. Keynes acaba con el supuesto de una demanda de un producto considerado aisladamente de la demanda total. El efecto de los cambios en la unidad de dinero sobre el nivel general de precios puede considerarse compuesto del efecto que ejerce sobre la unidad de salarios (patrón esencial del valor) y del que tiene sobre el empleo.

Al estudiar Keynes la marcha a largo plazo de los precios sugiere que los ciclos históricos se comportan conforme prevé en su teoría y llama la atención sobre un asunto problemático a destacar en las sociedades contemporáneas y de futuro, se trata del importe de "la tasa mínima de interés aceptable por la generalidad de los propietarios de la riqueza"(p. 309). En esta línea encontraríamos también parte de la explicación a la andadura de la prima de riesgo en países como España e Italia, aparte de la causalidad innegable al respecto de la evolución del PIB y su incidencia altamente elástica en la ocupación. Por ello indicaba antes que el tipo de interés de la deuda soberana tiene otros componentes a los del déficit presupuestario y responde a otro concepto económico.

Volviendo a la cuestión central del crecimiento y el empleo, podemos afirmar que la relación a largo plazo entre la renta nacional y la cantidad de dinero dependerá de las preferencias por la liquidez. Y la estabilidad o inestabilidad de los precios en periodos largos dependerá de la fuerza ascendente de la unidad de salarios (o más exactamente de la unidad de costes) comparada con la tasa de crecimiento de la eficacia del sistema productivo (Keynes, p. 309).

O sea, en concreto y con sentido pragmático, en Menorca se tiene que activar cuanto antes el Parc Bit de Alaior y mimar el turismo como sector líder de la recuperación económica de la isla. Pro Minorica.

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