Una de las cosas más interesantes para mí de los años en que trabajé en ORNL fueron mis frecuentes visitas y estancias en el Japón. Japón es un país extremadamente interesante y con una cultura y forma de pensar muy distinta a la nuestra. Muchas de mis visitas se centraban en la ciudad de Kyoto, la antigua capital imperial. En los fines de semana, podía pasarme horas y horas paseando por sus calles y visitando los templos del Higashiyama. En Kyoto fue donde decidí por primera vez usar el lápiz y papel en vez de mi cámara.
En estas visitas, conocí la auténtica comida japonesa que me encanta. Para los japoneses, en la comida cuenta casi tanto la estética como los sabores. La combinación de colores, toda la presentación hace de la comida una ceremonia muy placentera. Además la comida es servida por esas damas vestidas con kimonos multicolores y que tiene un arte especial en todos sus movimientos.
Entre las muchas cosas que me gustan de la comida, están los postres de jalea de kudzu y el kudzumochi. El primero está hecho con las flores de esta planta, el kudzu, y el segundo de sus raíces.
El kudzu es una planta trepadora de la misma familia que la planta de los guisantes. Esta planta es muy apreciada en Japón, por su múltiples usos. No solo para postres, sus fibras se usan también para fabricación de cestas y las fibras más suaves para papel y tejidos. El té de hierbas con una base de kudzu es también frecuente en aquel país.
El saber aprovechar todo lo que la naturaleza ofrece es una característica de la sociedad japonesa. Con un habitad limitado, la población aprendió a hacer uso de todo lo que tiene a su alcance. Esa es una característica que tenía mucho en común con la sociedad española de la postguerra en que crecí. Es una virtud de los países pobres que aprenden a valorar y aprovechar todo lo que se tiene alrededor.
El kudzu también ha llegado a Estados Unidos. Digo llegado ya que su aparición en este país es relativamente reciente, se introdujo muy a final del siglo XIX y empezó a extenderse en la mitad del siglo pasado. Aquí en el sur de Estados Unidos con el calor y humedad tan característicos, el kudzu encontró el habitad perfecto y se extendió con gran rapidez.
Cuando llegó aquí, la sociedad americana ya se había desarrollado y transformado en esa sociedad de consumo y abundancia que la caracteriza. Ese tipo de sociedad que no valora nada y que se vuelve incapaz de sacar provecho de lo que le rodea. Si uno necesita algo, va al supermercado y lo compra. Aquí el kudzu se ha convertido en plaga.
Cuando uno viaja por el sur de Estados Unidos puede ver grandes extensiones de árboles prácticamente comidos por el kudzu. En la foto adjunta puede verse el ejemplo de un bosquecillo, solo a unos centenares de metros de mi casa, en el que los árboles de altura mediana ya han desaparecido bajo el kudzu. Esa planta trepadora cubre los árboles y los ahoga en la práctica.
Es interesante ver que algo puede ser una bendición de la naturaleza para una sociedad y una maldición en otra. El problema no está en el objeto en sí, sino como la sociedad es. Al ir "progresando" nuestra sociedad, ésta se hace más incapaz de apreciar lo que la naturaleza ofrece, no sabe usar sus dones, solo sabe abusar de ella. Al rediseñar la nueva sociedad del bienestar, ya que la presente se esfuma, habrá que pensar no solo en derechos para todos sino también en las responsabilidades que estos derechos conllevan, entre ellos la de mantener la naturaleza que nos rodea.