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Refugiarse en los libros, opción siempre saludable

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Si se carece de habilidades mágicas y/o escapistas, cada vez resulta más complicado huir y mantenerse al margen del incesante aluvión informativo que depara la actualidad. Un servidor de ustedes no desiste sin embargo en el empeño de intentar librarse de la pesadilla que tiene atenazada a la sociedad desde hace más de cuatro largos años. No se trata de eludir responsabilidades individuales ni rechazar determinados compromisos, pero prefiero escaparme, escapar hacia territorios lejanos, aunque sea solo por un par de horas al día, y refugiarme en los libros, preferentemente en la lectura de ensayo y narrativa. Les aseguro que es una opción reconfortante y siempre saludable.

Por fortuna uno ya no está atado a las duras obligaciones y urgencias de la profesión. Quiero decir que el ritmo de mi seguimiento de la actualidad -menorquina, balear, española e internacional- es hoy muchísimo más pausado, lo cual me permite guardar unas no menos saludables y enriquecedoras distancias. Como todo proceso de desintoxicación requiere su tiempo, procuro sin embargo no romper con las reflexiones que brindan algunos periodistas. Son apenas unas pocas raciones diarias en que acompañó a unos colegas cuyos artículos nunca me defraudan. Sus muchos años de dedicación al análisis político y económico avalan sus opiniones. El pasado viernes día 21, por ejemplo, leí tres piezas. Una de Xavier Vidal-Folch publicada en "El País" el día anterior, jueves, sobre la solicitud de un segundo rescate por España y titulado "Mariano, no seas partidista"; y dos sobre la cuestión de la independencia de Catalunya: "Unidad, liderazgo y velocidad", de Rafael Nadal, y "La Assemblea de Catalunya", de Enric Juliana, ambos en el digital de "La Vanguardia". Suficiente para la jornada. Y nada de tertulias radiofónicas o televisivas. Soy muy disciplinado en cuanto a las dosis.

Escapar, mantenerme al menos distante de la vorágine informativa e ir a refugiarme en los libros. Decido mis lecturas sin presión alguna y apenas me preocupo de estar informado sobre las novedades que va sacando el mercado editorial o sobre el índice de títulos más vendidos. Para que vean: los primeros días de este septiembre los dediqué a la lectura de "Oro y escorias", novela de Ángel Ruiz y Pablo que se editó en 1893 y cuyo volumen (impreso el citado año en Tipografía Católica de Barcelona) aportó mi esposa a la biblioteca que ambos compartimos. También aproveché para releer del mismo autor sus "Novel·letes menorquines" ( "Del cor de la terra", "Classes passives" y "Viatge tràgic de l'amo en Xec de s'Uastrà") que Editorial Moll publicó en su colección Les Illes d'Or.
Pasó la multitudinaria manifestación del 11-S en Barcelona y busqué nuevo material de lectura en mis -de nuevo- desordenadas estanterías. La casualidad hizo que eligiera "Pretèrit imperfecte" (Columna, 1994), una divertidísima novela del historiador gerundense Toni Soler, más conocido por su trabajo en la prensa, radio y televisión catalanas. Y digo casualidad en la elección porque en esta obra Soler aborda con desparpajo, ironía y sarcasmo el tema de la transmigración o, para entendernos, el viaje a bordo de una máquina del tiempo, y una de las trepidantes aventuras se desarrolla en una Catalunya integrada en Francia. Cuando hoy acaba de reabrirse el debate de la independencia con un intenso despliegue político y periodístico.

Y otra casualidad. A pocos libros de distancia de "Pretèrit imperfecte", en la misma estantería, elegí también otro volumen: "Quo vadis, Catalonia?" (Planeta, 1995), obra que escribió el periodista Ernest Udina cuando se cumplieron quince años del mandato de Jordi Pujol en la Generalitat. En algo más de trescientas páginas Udina recoge las opiniones de unos treinta intelectuales sobre el presente y el futuro de Catalunya. Se reflejan así los puntos de vista que mantenían en la década de los noventa Salvador Cardús, Francesc de Carreras, Joan B. Culla, Isabel-Clara Simó, Santiago Dexeus, Salvador Giner, Rosa Nonell, Jacint Ros Hombravella, Marta Pessarrodona, Josep Maria Castellet, Lluís Racionero, Eugenio Trías, Isidre Molas, Marc Carrillo, Eliseu Aja y otros personajes de la sociedad catalana. El libro de Udina me servirá sin duda para rememorar unos años en que Catalunya ya exhibía una posición de incuestionable vanguardia en el campo de las ideas políticas. Además, nunca sobra cuanto material esté bien documentado. La lectura de "Quo vadis, Catalonia?" me resultará de mucha utilidad ahora que la independencia ocupa el centro del debate político en Barcelona y Madrid.

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