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Sordinas al Richard Kane de Miguel Ángel Casasnovas (I)

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Miguel Ángel Casasnovas es un buen historiador de Menorca, al que conozco desde hace años y he seguido sus principales publicaciones. Dicho esto debo añadir que sus recientes artículos sobre Kane en este diario me han sorprendido y no tan gratamente como suele ser habitual al leer sus investigaciones. No me parecen acertados sus juicios descalificadores sobre los historiadores mahoneses "históricos" de la Isla y, en concreto, las valoraciones que hace de algunos textos de Francisco Hernández Sanz. (Con este comentario caigo conscientemente en una trampa provocadora tendida por Miguel Ángel).

Mis reparos se centran en lo formal cuando califica de "nefasta" la interpretación de Hernández Sanz sobre el siglo XVII (entiendo que Miguel Ángel efectivamente se refiere al seiscientos cuando habla de "la etapa anterior") y también me decepcionó la escasa entidad del método crítico de Miguel Ángel a las medidas del gobernador británico durante su cuarto de siglo de mandato en la Isla, basándose en la intencionalidad de Kane, a quién tilda de "autoritario"; y con ello parece pretender desmontar un tanto la interpretación predominante de la historiografía precedente respecto al tema que nos ocupa. Este planteamiento no me parece del todo aceptable y diré por qué.

Sobre el primer punto el adjetivo que utiliza no se justifica para nada aquí, se trata de un juicio ocioso y en cualquier caso siempre lo consideraré inapropiado en exceso, ateniéndome a quiénes y cómo se aplica.

Es plenamente cierto que la tesis doctoral de Casasnovas, publicada y disponible en forma de libro, que gentilmente me dedicó en su día Miguel Ángel, tiene importantes aportaciones de análisis del sector cerealista y de la población menorquina del siglo XVII, que reconozco de notable mérito. En concreto, en último análisis, viene a afirmar, así lo entiendo con las cautelas de rigor, de modo cifrado, que Menorca se recuperó de la decadencia económica del siglo XVII tempranamente respecto a Mallorca y resto de territorios hispánicos. El conjunto de su libro: "Historia económica de Menorca", 2006, obra a la que recurro como referente, es un gran trabajo de síntesis, donde también se recogen puntuales aportaciones del autor y está bien escrita. Con todo, su tesis principal debería matizarse a la luz de nuevas investigaciones. Efectivamente, la recuperación agraria de Menorca no se produjo antes del último decenio del seiscientos, lo que apuntan ya sus propios datos al respecto.

Sus investigaciones con métodos apropiados son resultado de una nueva época, donde las técnicas cuantitativas de la Historia económica habían aflorado de modo generalizado en la historiografía, ya avanzado el siglo XX. No obstante, Francisco Hernández Sanz publicó su "Compendio de Geografía e Historia de la isla de Menorca" en 1908, que por cierto fue muy innovador en su atención al estudio de la población e instituciones sociales dentro de un enfoque positivista, método impecable y puntero en aquella época, cuando por contraste abundaban las historias patrióticas y provincianas. Eso es un ejemplo destacable, entre otros muchos, del historiador Hernández Sanz. Me atrevería a decir que fruto de este enfoque científico, es difícilmente rebatible el contenido de los implicados capítulos XVI y XVIII de su "Compendio", al tenor de los documentos y datos disponibles para una óptica positivista y no tanto interpretativa, que está sujeta a la dinámica investigadora y nunca es finalista.

Además, a los historiadores hay que respetarles sus propias técnicas específicas que les distingue. Así, Hernández Sanz, además de sus conocimientos de Arqueología, fue un concienzudo historiador de instituciones, aptitud que volcó en su estudio sobre organización municipal menorquina, donde desarrolla plenamente las actuaciones de Richard Kane fundándose en un estricto estudio de documentos institucionales al respecto, que transcribe minuciosamente. Otra característica de Hernández Sanz es su atención a la historia cultural que proyecta en multitud de monografías sobre instituciones menorquinas.

El otro aspecto que no comparto con Casanovas es el de pretender descabalgar opiniones preexistentes recurriendo a argumentos insolventes. Los historiadores sociales no pueden juzgar el pasado recurriendo a acontecimientos episódicos y a las atribuciones personales de los protagonistas de la historia. Ciertamente interesa conocer la personalidad de Kane, pero sobre todo, en ese empeño, la respuesta se halla en hechos, instituciones, relaciones institucionales, fenómenos colectivos, variables y magnitudes objetivas atribuibles a la ejecutoria del personaje. De lo contrario nos saldríamos del marco de la historia para entrar en el mundo de la psicología o del psicoanálisis. Lo sorprendente es el inventario de acciones e innovaciones de Kane que Casasnovas presenta en su primer escrito y que en el siguiente ensayo los mantiene como efectivos, aunque descalificando en especial la actitud o las motivaciones del gobernador británico. Por otro lado, contamos con nuevos análisis que valoran positivamente las acciones de Richard Kane de mejora para la isla de Menorca, que comentaré en mi siguiente artículo sobre este interesante tema generado por cumplirse el tercer centenario de la llegada del gobernador a la Isla.

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