Síguenos F Y T I T R

La máquina de escribir y la gaviota

|

El año 1861 el rey de Cerdeña Víctor Manuel, artífice de la unificación italiana, fue nombrado también soberano de Italia por el parlamento. Al morir, en 1878 se empezó a gestar la intención de erigirle en Roma un monumento que llevaría su nombre. El arquitecto Giuseppe Sacconi dirigió su construcción comenzada en 1885. Se inspiró en los grandes santuarios Helenísticos. Tras el fallecimiento de Sacconi en 1905, la dirección de las obras fue continuada por otros tres arquitectos. El monumento se inauguró en 1911 a los cincuenta años de haber elegido rey a Víctor Manuel II.

La idea inicial era una estatua ecuestre del soberano con un segundo plano arquitectónico. Después hubo muchos añadidos. El monumento dispone de una escalera gigantesca; a los pies de la misma, puede admirarse unos grupos escultóricos que representan el pensamiento y la acción. A los costados están situadas unas vistosas fuentes representando los mares Adriático y Tirreno. Subiendo los peldaños se llega al Altar de la Nación, dominado por la estatua ecuestre del monarca. Cercana está la tumba del soldado desconocido. Más arriba, a cada lado de los propileos, existe una cuadriga conducida por la alada diosa Victoria. La parte alta es un excelente mirador desde el que se puede contemplar toda la Ciudad Eterna.

Armando Brasini, es el autor de la cripta del Soldado Desconocido así como de la decoración de la parte interior. En este interior, está el Museo del Resurgimiento italiano con las reliquias de los héroes; asimismo contiene las banderas de las Fuerzas Armadas. Dispone de una extensa área expositiva concomitante dedicada a exposiciones temporales.

Una vez coronada la gran escalinata, los visitantes, aprovechan para entrar y maravillarse en iglesia de Santa María in Aracoeli, mucho más antigua que el monumento. Está situada detrás del mismo. El templo, edificado en agradecimiento al fin de la peste, fue inaugurado en 1348. Su humilde fachada de ladrillo del siglo XIII, da paso a un interior suntuoso. Son tres naves sobre columnas en cuyo rico ornamento intervinieron muchos de los mejores artistas romanos desde el siglo XIII al XVIII.

Una vez admirado el Santuario, se prosigue la visita a la monumental construcción que, por cierto, algún "gracioso", rebautizó de forma despectiva, severa e inmisericorde, con el mote "Máquina de Escribir". También es verdad que, externamente, alguna analogía existe entre el monumento y este artilugio utilizado por los humanos para poner en negro sobre blanco sus ideas, criterios y razonamientos.

Sobre la barandilla de la terraza de la Máquina de escribir se posaron unas gaviotas y, al acercarnos algunos turistas, todas levantaron el vuelo excepto una. Ésta, en poco tiempo fue cambiando de pose innumerables veces siendo todas las posturas distintas. Nadie osaba tocarla para que continuara el espectáculo. Estos pájaros, además de bellos, a veces son agresivos. Mi mujer, muy forofa de las aves en general, se moría de ganas de acariciarla y afirmó: "si la toco se escapará o me dará un picotazo". Optó por acercarle lentamente una mano hasta un milímetro de distancia. No pasó nada. Esta atractiva caradriforme de la familia láridos, me dio la sensación que, además de belleza, tenía coquetería y aplomo. Al estar tan segura de sí misma, daba la sensación de que era capaz de mecanografiar un texto con la Máquina de Escribir, explicando cómo sedujo al grupo de humanos que se nos caía la baba a sus pies, mejor dicho, a sus patas.

Lo más visto