Apropiarse de lo ajeno está de moda en las filas de los amantes de lo cercano. Hace pocos días hemos visto como un peculiar historiador catalán afirmaba que Cervantes, ""padre" del noble hidalgo Don Quijote de La Mancha, se llamaba realmente Servent y era originario de su "terra ferma". También, gustándose, afirmó que Australia fue descubierta por otro catalán, que Cristóbal Colón era realmente un tal Colom que no salió de Palos de la Frontera sino de Pals d' Empordà y así sucesivamente hasta que consiguió digerir la sobremesa de la cena de la noche anterior.
En Menorca también comprobamos la necesidad que tiene el ombligo ideológico de macerar difusos lazos ancestrales si intuyen pudieran aumentar nuestra "grandeur" particular. Si hace un par de años aquel CIM inolvidable ya organizó un peculiar sarao con pretensiones, ahora, los mismos, han reiniciado los festejos de exaltación localista para empadronar al Nobel francés Albert Camus en nuestra isla.
Camus vivió en Argel con su abuela materna, que era una completa analfabeta, dentro de un ambiente desgraciado y en una pobreza extrema por los tristes condicionantes de su familia argelina (su madre, también analfabeta, era débil, estaba sorda y era prácticamente muda y su padre había muerto cuando tenía 1 año). Criado como "pied noir", Camus fue exactamente eso: un "pied noir". De padre alsaciano y de madre nacida argelina, emigró a los 26 años (1940) a su metrópoli, Francia. Nunca, pudiendo haberlo hecho, tuvo el más mínimo interés en visitar Menorca ni conocer nada de los orígenes geográficos del pueblo (que creía Mahón) de su abuela materna (y tampoco de los mahoneses - que escribe por cierto con h- a los que menciona un par de veces de pasada). Camus fue un francés que sufrió en y por Argelia, la colonia donde vivió su mundo infantil y adolescente. Después de iniciarse literariamente en Argel se trasladó a París donde realizó la mayor parte de su obra universal y donde durante la ocupación alemana apuró los placeres y excesos de la vida hasta que sufrió, después, el accidente de coche que le costó la vida.
Suponer que la figura de su abuela marcó su vida es exagerar voluntaria y voluptuosamente las influencias del pequeño Albert puesto que no marcó su obra para nada ("He intentado descubrir yo mismo, de pequeño, lo que estaba bien y lo que estaba mal ya que nadie a mi alrededor podía decírmelo"). Camus era un chico de la calle que se crió y formó a si mismo en los barrios de aquella paupérrima Argelia de los años veinte. Camus no tiene ninguna afinidad con Menorca más allá de los orígenes remotos de parte de su familia materna. Las pretensiones de apropiarse de su figura y enraizarla aquí deberían ser humildemente acotadas a la realidad de su vida. Especial demérito para nosotros es que sólo mencione a los padres de su madre: "menorquines que se habían marchado hacía tanto tiempo… porque se morían de hambre en Mahón" (Pág. 32, "Le premier homme") sin más. Ni tan solo en ese su último libro, inacabado y supuestamente autobiográfico, desarrolla ninguna querencia específica por el pasado isleño de parte de su familia. Sólo menciona a aquellos ancestros cuando describe el asesinato de su abuelo materno en los caminos rurales de San Luis. Y siempre los describe como "españoles". Pero nunca los reivindica.
El inagotable localismo menorquín haría bien en dejar las cosas como están y no intentar arrimar el ascua a su sardina cuando, precisamente, Camus, que pasó del comunismo internacionalista al anarquismo sincero ("yo no soy ni de los míos"), odiaba al nacionalismo y a "toda ideología que proponga una finalidad en la Historia".
Nota: ¿Arde París? se despide. Con la venía de quien decide volveremos el 10 de septiembre con "Crítica es libertad". Gracias por seguirme.