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Acento

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Me sucedió en el pasado. Tampoco mucho, no crean, pero sí lo suficiente para recordar las similares anécdotas con cierta simpatía. Los taxis, que son esa pausa o acaso una tregua en las grandes ciudades, embajadas transitorias y por lo general espacios válidos de información, fueron además –en mi caso– esporádicos puntos de reválida... Intentaré explicarme. Me refiero a la "prueba" del acento, entendido en este relato como: dejo o deje… -pronunciación peculiar que distingue el modo de hablar de las personas que proceden de una determinada región- que, para algunos, pudo tener una de sus confirmaciones más repetidas, cuando, fuera de las comunidades de nuestra parla habitual, utilizamos ese servicio público. Si hallábamos, y no era difícil hallarlo, un profesional del volante extrovertido, psicólogo a su manera de la vida, puede que, después de oír nuestra entonación, abrazado a su curiosidad, nos preguntara sonriente a forma de considerado tanteo: -Es usted catalán, ¿no…?

Luego, por debida cortesía, ubicaba uno su procedencia en el mapa, cual certificado de origen que como fuente emana del ius linguae… y sin tener que recurrir a Ramón Muntaner o al rey Alfonso el Liberal. No se ampliaba la respuesta, por tanto, más allá de la comedida y sencilla información, con respecto a la procedencia geográfica de nuestra sostenida modulación insular, que, por naturaleza, nos es tan familiar como propia. Excuso decir que en ningún caso se discurría, como es obvio y cabe suponer, por vías o pretextos exculpatorios. Sobre ese particular tema, nos aleccionó –me "confortó" de forma nada imprecisa– el ilustre militar y político reusense don Juan Prim y Prats, al que de nuevo se recurrirá…

La anécdota anterior brota como consecuencia de una entrevista que le realizaron recientemente a una presentadora de televisión, que estos días proyecta en la primera cadena un programa solidario –así se percibe– que, acorde con estos momentos de penuria en muchas familias, pretende analizar las necesidades y capacidades de las personas (igualmente de las empresas), mediante la empatía que es principio de apoyo fundamentado en la participación ciudadana. A la pregunta del reportero… –Dicen que se ha dejado su acento andaluz en Despeñaperros…, –respondió la periodista: "En el directo me saldrá mi acento, porque son dos horas de continua emisión. En ningún momento TVE me ha dicho que no hable [con mi deje] andaluz…; es una tontería, añadió la presentadora..." Y creo que le asiste la razón a la moderadora y buena componedora andaluza.

Según refiere, Rafael Olivar Bertrand, en su biografía: "Prim" (Ed. Giner. Madrid, 1975), después de su famoso discurso de tres días en el Senado (diciembre, 1862), durante los que explicó su actuación en Méjico, asistió el general Prim a una recepción organizada por una marquesa madrileña. La aristócrata se apresuró a saludarle con estas palabras: –Don Juan, ha estado usted magnífico. Como siempre, soberbio. Lástima que… –Hable, señora, hable usted sin rodeos, insistió Prim con viveza... ¿Qué defecto encuentra usted en mis discursos? La dama, alentada, confesó: –No lo tome usted a mal, pero me disgusta ese terrible acento catalán…. –Señora, le replicó sonriente el general, el disgusto sería mío si, al hablar públicamente en Reus, me notaran deje castellano...

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