Cuando a uno le pilla por sorpresa un chaparrón, además de culparse por haber dejado el paraguas en casa, suele buscar un refugio improvisado con la esperanza de que tarde o temprano escampará, salvo que ocurra un nuevo diluvio universal. Este hecho cotidiano tiene que ver mucho con lo que está pasando actualmente. La tempestad que hay en la calle, con un pueblo indignado, tiene en jaque a las instituciones políticas por mucho que éstas lo nieguen. Refugiados en los despachos de gobierno o en los confortables parlamentos esperan con paciencia a que pase la tormenta. De hecho, ésta es la estrategia que ha adoptado Mariano Rajoy y sus barones. Pero si algo nos ha enseñado la historia es que enrocarse en un régimen ante las "revueltas" populares ha provocado finalmente un cambio del sistema. En estos momentos, la sociedad está indignada por muchos motivos. El pueblo ha sido castigado en lo económico y social, mientras el Estado de Bienestar se tambalea. Aquí, en Balears la comunidad educativa se ha movilizado contra el Decreto del Tratamiento Integrado de Lenguas (TIL) y la respuesta desde el Govern es el inmovilismo. "Estamos en pleno aguacero y ya saldrá el sol".
El error se repite. Desde las esferas de gobierno no son conscientes que el pueblo va un paso por delante de las estructuras de la Administración. No hay una respuesta a los movimientos y colectivos que piden nuevas fórmulas para resolver los problemas cotidianos. Los paraguas ya no sirven, lo que se pide es un nuevo contrato social y otra manera de gobernar.