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Te diré cosa

Referendum para las rotondas

Partamos de la base de que no ignoro que mi opinión puede ser desacertada. No obstante la daré para un asunto tan polémico como es el de las rotondas.


Disiento de tres puntos de vista que he visto reflejados  durante la pasada semana en las páginas de este diario.
En primer lugar disiento, y bien que me pesa (pues soy su invitado), de un editorial  del «Diari» en el que se evalúa como una irresponsabilidad la posibilidad de rechazar los millones de euros que el estado aporta a la obra.

 Considero  que no siempre es irresponsable rechazar dinero.   Bien pudiera ser que esos millones no beneficiasen a quien parece, sino solo  a empresas que habrían  movido sus hilos para que esa partida llegue a puerto. Quizás no convendría por ejemplo realizar un puente levadizo entre Cala Corps y el Lazareto solo porque el estado ofreciera la pasta para financiarlo. No todo gasto es idóneo  para la población, aunque siempre es bueno para quien hace la obra y para los comisionistas que suelen revolotear a su alrededor.

En segundo lugar no estoy de acuerdo con Tadeo cuando esgrime como argumento que cosas parecidas se han hecho antes, que no hay en este asunto nada nuevo.

Ya estamos con la cantinela de siempre. Y tu más. A mi personalmente me importa un pito que el responsable del monumental despropósito que se ha hecho en Ferreries sea socialista o del PP, simplemente me afianza en mi sospecha de que ambos partidos deberían quizás desaparecer de nuestras vidas. Si se han hecho cosas lamentables, lo que urge es investigar quién se ha beneficiado de ellas y hacer asumir responsabilidades a los autores, no ampararse en ello para justificar nuevos desastres.

En tercer lugar disiento del argumento de Alejandre (a quien por otra parte profeso una sincera  gratitud por salvar para todos nosotros la Isla del Rey, amén de por otras actividades beneficiosas para el puerto) según el cual siempre son los mismos los que «pían» y además ... no son técnicos. Con el debido respeto  le aseguro que yo, por ejemplo, que soy de los que ahora pío, y en efecto no soy técnico, recuerdo que sí eran técnicos aquellos cuyos errores de bulto me cuestan un dineral  apellidado Cesgarden por poner solo un ejemplo, y que sin embargo mis errores no han costado por el momento un euro a técnico alguno de la administración, de manera que por ahora el marcador va a mi favor.

Tampoco soy sospechoso de adorar al GOB ni al tándem  PSOE- PSM, si es que se refiere a ellos como parte del grupo incluido en «los de siempre», ya que en muchas ocasiones he mostrado en esta columna mi opinión acerca de la gestión del gobierno PSOE-PSM, del quien opino que  supuso un lastre para Menorca del que tardaremos mucho tiempo en recuperarnos, gracias a su empeño en no perder ninguna oportunidad de perder oportunidades;  y a pesar de coincidir en muchas ocasiones con planteamientos ecologistas,  he denunciado también la asimetría beligerante del GOB en según  qué expedientes, fruto - imagino-  de su dependencia subsidiesca.

Tampoco soy un perroflauta (los supongo de la partida en su reproche), aunque no me importaría serlo, ya que me rejuvenecería mucho volver a tener algún ideal, aunque pintase utópico. Soy simplemente un tío que piensa, como muchos otros, que las rotondas son más perjudiciales que beneficiosas para el conjunto de los pobladores de esta isla.

En definitiva sostengo que aquí el único  argumento válido sería tener constancia fidedigna de si las rotondas serán a la larga un beneficio o un perjuicio para Menorca. Conocer este extremo se me antoja harto difícil, pues habiendo opiniones opuestas, no hay modelo metereológico que lo prediga, de manera que quizás sea más factible conocer si la sociedad las quiere o las rechaza.

Es por todo ello que pido un referéndum en Menorca para este asunto.

El haber ganado por mayoría absoluta, siendo un carnet de legitimidad, no exime de cometer errores que además sean interpretados como tales por una mayoría de la población. En asuntos tan relevantes y tan inciertos  creo que se debe consultar a los afectados, tal y como hace inteligentemente alguna democracia de nuestro entorno.

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