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Asseguts a sa vorera

Carnaval, carta blanca

El Carnaval me encanta. Puede que sea porque hace tiempo que perdí el sentido del ridículo, disfruto disfrazándome o porque la imaginación, en algunos casos, es extraordinaria...

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El Carnaval me encanta. Puede que sea porque hace tiempo que perdí el sentido del ridículo, disfruto disfrazándome o porque la imaginación, en algunos casos, es extraordinaria y alucinas con las auténticas obras de arte del personal. Además, para qué negarlo, estos días tan señalados le sirven a más de uno para quitarse el antifaz, en lugar de ponérselo. Mostrarse tal y como es, claro.

Los que mantenemos el espíritu infantil intacto, así como las ganas de colarnos temporalmente en otras vidas y pasarlo bien, esta tarde nos cruzaremos seguramente con mecánicos, ninjas, bomberos, enfermeras de todo menos sexy porque el pelo de las piernas y de la barba las delata, Spiderman, Ironman, vacas, escoceses, brujas, indios o algún zombie despistado. Por lo que os decía, que algunos aprovechan para quitarse la careta y disfrutar siendo como son sin que nadie cuestione ningún comportamiento.

Con los tiempos que corren puede que Superman cambie a Lois Lane por Batman, que siempre le ha puesto ojitos, que los vaqueros le tiendan la mano a los indios, porque la pipa de la paz está mal vista con la ley antitabaco y que los muertos vivientes, en lugar de comerse un cerebro conquisten algún corazón. Habrá mecánicos que protagonizarán más de un estropicio, bomberos que encenderán incendios, trogloditas encebollados con el teléfono móvil tuiteando esto y aquello y astronautas abusando de las cervezas espaciales.

Habrá, por supuesto, payasos que den miedo y pena, monstruos con los que partirse la caja, pobres que son muy ricos, tristes felices y contentos deprimidos. Estarán Obama y Rajoy conversando de lo suyo, mientras sus señoras, vestidas de gatitas, perseguirán ratoncitos colorados. Peter Pan, en un rincón poniéndose hasta las cejas de polvos de hadas y algunos súper héroes estropeados con la baja laboral.

Habrá algún político honrado, algún juez justo, algún cura un poc pillo o incluso bailaoras de flamenco volviéndose locas con esto del Heavy Metal.

La verdad es que cada Carnaval es como un libro abierto en el que puedes escribir o reescribir tu historia. Puede que alguno abuse, viniéndose arriba luciendo los calzoncillos rojos por encima del traje azul, con una gigantesca 'S' en el pecho y le entren ganas de salir volando.

No deja de ser otra ocasión para pasarlo en grande y acordarse de que la vida está para disfrutarla. Y para disfrazarte de Power Ranger blanco, claro.

dgelabertpetrus@gmail.com

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