Los árboles (aunque no solo ellos) hacen sombra, que nos protege y alivia del sol ardiente, abrasador. Una vida sin sombra sería insoportable, igual que un día sin noche o una noche sin estrellas. En la oscuridad y el silencio nos renovamos como un móvil cargando batería. Soñamos cosas increíbles, fantásticas; aunque «los sueños, sueños son». Lo mismo podríamos decir de otras cosas. Por ejemplo, los tontos, tontos son. O los ricos, ricos son. Es de lógica.
La sombra ha existido desde tiempo inmemorial. Pero luego está la sombrilla, que es una sombra pequeña y portátil que nos procuramos en la playa para no achicharrarnos. El utensilio que clavamos en la arena se llama precisamente así, o también quitasol. Como en las playas no encontramos sombra que valga, hemos inventado la sombrilla, que es una sombra de quita y pon.
En la sombra nos sentimos a gusto y podemos oír el rumor de las olas. Algunos dicen que también de bañistas maleducados, pero es solo un rumor. Tumbados pensamos que el egoísmo nos encierra en nuestro círculo más vicioso y no nos deja llegar hasta los demás, pues solo los vemos como una ayuda o un estorbo para nuestros deseos o intereses. Salir de nosotros mismos es una liberación. Descubres que hay vida en otros planetas y un universo por explorar...
Si queremos llevar una vida que valga la pena, necesitamos luchar sin descanso contra los ojos que no ven y el corazón que no siente.