No sé a quién habrán votado ustedes, pero a toro pasado les diré que, contra toda creencia, el alcalde no debe ser una persona hiperactiva. Esta cualidad la deben exhibir los otros regidores, dirigiéndose dinámicos de un distrito a otro, conversando con los vecinos, coleccionando datos, asumiendo porcentajes, negociando con los deudores, atendiendo a proveedores, gestionando contenidos o dialogando con otras corporaciones. Un alcalde debe sobresalir sobre todo en el ámbito del pensamiento... No se puede exigir además a una persona ser notable en todas las facetas. Cuando se destaca en una, difícilmente se despunta en otras. Dios sólo concede -si acaso- una cualidad en un grado excelso, nunca dos. Por lo que un alcalde, provisto de una mente poliédrica, ajedrecística, no debe propagarse en la calle. Ni siquiera, diría yo, en el Ayuntamiento para no ser importunado. En la paz de su domicilio con los datos y porcentajes, suministrados periódicamente por sus allegados, sacará de seguro conclusiones de postín. Y es que en la oscuridad la inteligencia distingue claramente la luz en todo su fulgor y profundidad; porque del prolongado sosiego surgen no sólo los sabios raciocinios espirituales, sino también los productivos, los lucrativos y los comerciales mientras que con el hervor diurno, con los intercambios, se aprecian sólo lucecitas, en muchos casos de candilejas, procurando desarreglos irreversibles para el futuro.
Un alcalde debe dedicar las dieciocho horas del curro diario a pensar, reflexionar, recapacitar, rumiar, madurar y reconsiderar todas las jugadas que permitan en uno o en cuarenta movimientos asestar un jaque mate irreversible a cada uno de los problemas diseminados por el municipio. Necesitará mucha concentración -además de rigor y criterio- si quiere vencer en las mil partidas simultáneas a las que se enfrenta a diario, por lo que conviene que delegue en el segundo de a bordo –único miembro con el que estará en contacto- sus competencias por las encrucijadas de la localidad.
Una vez por semana, sin embargo, este excelentísimo anacoreta se reunirá con los regidores, los técnicos y los asesores para exponer las distintas estrategias y elucubraciones concebidas durante la semana, dilucidando en equipo la pieza que finalmente debe mover, en cada tablero, para salir victorioso.
La tormenta de cerebros aportará también proyectos a mejorar, instaurar o desmantelar... En fin, disquisiciones que el alcalde tamizará en la soledad de su refugio para darles cumplida réplica durante las próximas jornadas.
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