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Sin flash

Demografía universal

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Un individuo es poca cosa, si lo miramos bien. Aunque se lo tenga muy creído. La vanidad nos endiosa pero la realidad nos humilla hasta bajarnos del pedestal. En Occidente hemos puesto al individuo en el centro del universo, pero la verdad es que a vista de pájaro, no hay para tanto. Cada vez más, perdemos esa importancia desmesurada que nos habíamos atribuido y que tanto alimentaba nuestros egos. Ahora hablamos de números o estadísticas, no de personas únicas e irrepetibles.

Lo actual son las abstracciones. La gente anónima, intercambiable y vulgar, que se cree protagonista de su pequeña pantalla. Cuando hablamos de demografía, Asia y África rejuvenecen a marchas forzadas, mientras que Europa envejece y, a ratos, se desvanece. Uno de los mandatos bíblicos que hemos seguido al pie de la letra es el de crecer y multiplicarnos.

Si la superpoblación es un problema y se concentra en países pobres, la escasa natalidad es una vía que nos lleva directamente hacia ninguna parte. No habrá suficiente mano de obra para pagar tantas pensiones. Así que los números no cuadran. Nos cerramos a la creciente inmigración descontrolada, en un búnker privilegiado que hay que defender del asedio de millones de hambrientos. El cambio climático puede provocar reacciones de la naturaleza ante las cuales estamos indefensos y tampoco importamos mucho. Se nos habían subido los humos y creíamos que podíamos dominarlo todo. ¡Qué ilusos!

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