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Dietario

Contra las patrias

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Cada vez me cuesta más reanudar la tarea periodística habitual después de un verano que me resisto a abandonar. Y más si ello significa atravesar un florido pensil de temas candentes en los que hay que fijar posición, como ocurre este curso, quina vessa. Adiós al árbol centenario, al gazpacho y al ajoblanco bajo su acogedora copa que resistió sin despeinarse el temporal de la otra semana, adiós también al tinto de verano, a los libros sesudos («El Danubio» de Claudio Magris, por ejemplo), y a la búsqueda del bestseller que intento año tras año de forma contumaz y en formatos diversos; ya veremos lo que llegará a salir del naciturus que ha concebido mi musa este verano, una especie de canto del cisne sin acritud que dejo reposar hasta la próxima ullastrada…

Disipada la disbauxa novelera, intento volver al puerto de la argumentación prudente y fundamentada para tratar de escapar de la tóxica rauxa ambiental en la que nos vemos envueltos. Bien al contrario, se trataría de involucrarse sin prejuicios y con seny, pero ¿quién no tiene prejuicios? Por ejemplo, en el tema de los temas de nuestro país, ¿acaso no oí hablar siempre a mi padre de su aséptico amor y admiración por Catalunya como algo natural, al hablar la misma lengua y ser, por tanto, de la misma familia ?, ¿acaso no influyó esto en mi precoz e insobornable militancia culé y en mi visión hoy del asunto como problema político y no represivo-legalista?, ¿es que no se puede sentir esa especial proximidad sin que le tilden a uno de nacionalista tóxico?, ¿por qué tantos ven la paja en el ojo ajeno sin notar la viga en el propio?...

2 VIERNES, 9

Apertura de curso en el entrañable Ateneo, un milagro en tiempos de levedad. Federico Mayor Zaragoza, tan brillante como previsible, nos ofrece un alegato a favor de la enseñanza superior como guía y soporte de la necesaria regeneración. Tras un oportuno inicio sobre la bondad del poder femenino (aunque se olvidó de citar a la testicular Margaret Thatcher), al apercibirse de la presencia en la mesa de tres mujeres con mando en plaza (la presidenta del Ateneo Margarita Orfila, la del Consell Maite Salord y la alcaldesa de Mahón Concha Juanola), desgranó un voluntarista discurso sobre lo atemorizados que estábamos tiempo atrás ante el poder y lo sabios y valientes que nos está volviendo la actual era de la información globalmente accesible…

Me gustaría compartir su opinión, pero no soy tan optimista: si antes nos paralizaba la represión de los poderes del Estado, ahora lo hace más sutilmente la sumisión al rendimiento, a la propia imagen y a la nueva religión del pensamiento positivo (tú puedes con todo, pequeño saltamontes), así como la desinformación por exceso de información de dudosa procedencia. No, no creo en la larga marcha de las masas hacia la crítica argumentada, a lomos de Internet. El botoncito del «me gusta» es el nuevo narcótico universal (la religión tradicional cuenta ya poco), que no nos lleva a la crítica razonada como predican las bases del Ateneo, sino al gueto impermeable.

2 DOMINGO, 11

Tumbado en S'Arenal leyendo un rato prensa y otro ficción («El bar de las grandes esperanzas» de J.R Moehringer Edit. Duomo). Aunque ya no hay mucho que mirar, ellas han volado, el placer de la Menorca tardo veraniega es inconmensurable, aunque intimida lo suyo encontrarse nadando solo en la imponente rada…

2 LUNES, 12

«Yo soy español, español, español»… Pues no de esta manera, pero sí me declaro español cuando estoy en el extranjero, y soy seguidor (templado, no a la manera culé) de La Roja, sobre todo, cuando hecha toda una «Barçaña» gana un Mundial. Prófugo de dioses y patrias, no entiendo de fervorines ante cualquier bandera o himno aunque nunca silbaría (ni ovacionaría) a ninguno de ellos. Naciones y estados no son más que constructos humanos en un entretejido de guerras, invasiones o bodorrios más o menos forzados. No hay naciones ni estados ni patrias inamovibles, eternos y/ o naturales, y otros desafiantes y antidemocráticos, no hay nacionalismos buenos y malos. Sin ir más lejos, aquí hubiéramos podido perfectamente seguir siendo ingleses. En fin, antes le llamaban Día de la Raza, o sea que algo hemos ganado.

2 MARTES, 13

La bonhomía casolana de Ponç Pons en el Ateneo arregla un día marcado de nuevo por el rifirrafe catalán que no cesa y no cesará hasta que se aborde una razonable solución política que no judicial…

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