Hace un par de semanas vivimos el horror de los salvajes ataques terroristas en París. Los medios nos han mostrado fotos y películas de unos momentos terribles para muchos parisinos. Estos ataques, como los anteriores que ha habido, nos llenan de horror y confusión.
¿Quién puede ser capaz de cometer tales atrocidades? ¿Como se puede usar el nombre de Dios para justificarlos?
Todos nos sentimos mal al seguir estas noticias. Usamos todos los medios para solidarizarnos con las víctimas y sus familias y adoptamos la postura de que esos ataques terroristas no nos atemorizaran y seguiremos defendiendo los valores democráticos en los que creemos.
En el Facebook y como medida de solidaridad muchas personas usaron la bandera francesa en su foto de su perfil. Estaba yo en el proceso de hacerlo, cuando de pronto paré y me sentí invadido de una sensación de vergüenza. Si, vergüenza, no porque creyera que estuviera mal el solidarizarse con las víctimas del atentado, sino porque recordé los muertos en el Mediterráneo.
A principio de agosto, un informe de la Organización Internacional para Migraciones nos decía que el número de muertes en el Mediterráneo había llegado a los 2.000, cuando en el mismo periodo el año pasado eran 1.674 personas muertas. El total en 2014 fueron 3.279 personas muertas al intenta cruzar el Mare Nostrum.
Estas personas murieron intentando llegar al umbral de entrada de nuestro mundo occidental para participar en nuestra ventajosa forma de vida. Estas personas mueren cada día porque nosotros no abrimos la puerta para dejarlos pasar y, más importante, no ayudamos a sus países de origen a aliviar a su situación. Nuestros gobiernos democráticos, por tanto gobiernos de los que somos responsables, no han hecho prácticamente nada para aliviar la situación.
Tampoco ha habido masivas muestras de solidaridad ni con las víctimas ni sus familiares. ¿Por qué esa diferencia con lo que pasó en París? Será por que las víctimas de París eran de los nuestros y en cambio los del Mediterráneo son de los otros. Sabemos que lo que pasó en París nos puede pasar a cualquiera de nosotros en cualquier parte de nuestro mundo. Eso lo sabemos muy claramente y también sabemos muy bien que lo del Mediterráneo no nos va a pasar. ¿Es esa nuestra motivación de actuar como actuamos? Esta pregunta me la hago a mi mismo y al hacerlo siento vergüenza.
Esa vergüenza es la que me impedía poner la bandera francesa en mi perfil de Facebook.
El director de la Organización Internacional para Migraciones decía: «Es inaceptable que en el siglo XXI la gente que huye de las guerras, de las persecuciones o la pobreza deba soportar estas terribles experiencias en sus propios países, por no hablar de durante el viaje, para después morir a las puestas de Europa».
Son horrores continuos para quienes tratan de emigrar o de huir de las guerras. ¿Qué se preguntaran quienes sobreviven esas odiseas?, no será algo como lo que nosotros nos preguntamos de los terroristas: ¿Quién puede ser capaz de cometer tales atrocidades? La respuesta es que todos los europeos tenemos una responsabilidad colectiva en esas muertes.
Ahora Francia y otros países occidentales bombardean ciudades de Siria como respuesta a los atentados. No parece la manera más precisa de atacar a los terroristas. Con bombardeos matamos a civiles que son víctimas de esos mismos terroristas. Mientras, las muertes en el Mediterráneo siguen sin que los gobiernos se movilicen. Esa doble actitud lo que hace es aumentar las víctimas y crear más terroristas.
Estas personas mueren cada día porque nosotros no abrimos la puerta para dejarlos pasar y, más importante, no ayudamos a sus países de origen a aliviar a su situación.
Eso de arrancar una hoja de calendario tiene su morbo.