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Vía libre

Que se besen

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Las parejas cada vez se casan menos, no sienten la necesidad de que un sacerdote o un juez les concedan el visto bueno para empezar su vida en común. «Hasta que la muerte os separe» es demasiado tiempo así que, en caso de formalizar la convivencia, los novios ahora optan cada vez más por la vía civil, o eso dicen las estadísticas. La justicia humana es lenta pero en caso de que se acabe el amor, seguro que aun con atasco en los juzgados, disolverá el contrato antes que la divina. La cifra de bodas en Menorca el año pasado fue de 298 y de éstas solo 56 fueron en el altar de una iglesia.

Se trata de una decisión muy personal y en la que pueden influir distintos factores. No solo es una cuestión de fe, aunque parece lógico pensar que esa proporción de bodas civiles, el 81 por ciento, es una consecuencia de la secularización de nuestra sociedad. La falta de trabajo, que ya dificulta la emancipación de la gente más joven, es otra causa probable de ese descenso de emparejamientos legales. Si es difícil encontrar un empleo, un salario que permita pagar una vivienda y desarrollar un proyecto de familia, está claro que la boda se va retrasando; algunos hasta posponen la idea para siempre.

Entre los que dan el paso, prima lo práctico, lo conveniente. La vida compartida ya existía pero son cuestiones legales o de responsabilidad, cuando se va a tener hijos, las que animan a echar la firma.

Entre tanto realismo y sentido de lo útil, es chocante cómo a medida que desciende el número de bodas o éstas ya no son ceremonias religiosas, se invierte cada vez más tiempo y esfuerzo en hacerlas románticas, en escenarios naturales, derrochando imaginación en la entrada del novio o la pareja, descalzos, en la playa, en un barco, con lluvia de pétalos de rosa o senderos iluminados por velas. Lo saben bien las empresas que se dedican al sector, las wedding planner aumentan, los novios tienen meditados los detalles, muchos mueven familias enteras o las visten conjuntadas de blanco ibicenco, y el pack del sí quiero no suele salir barato. Y qué curioso, Menorca, donde su gente cada vez se casa menos, crece como destino de bodas.

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