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¿Tiene caldereta sin langosta?

¿Por qué no soy madre?

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El día 22 de noviembre de 2015, Holly Brockwell publicó un artículo para la BBC titulado «Desesperada por no tener hijos». Esta joven de 29 años, directora de la web Gadgette relacionada con estilo de vida de las mujeres, aceptó el encargo de la cadena británica al haber sido seleccionada como una de las mujeres del año 2015. En el citado artículo, Holly explicaba que había cuatro palabras prohibidas para una mujer: «No quiero tener hijos». En cuanto pronunciaba estas palabras, enseguida saltaban todas las alarmas para preguntarle el porqué de tan drástica decisión que parecía contradecir la regla más sagrada de la humanidad. La autora explicaba en su artículo que si decía que «no sería buena madre», enseguida le contestaban que «todo el mundo se siente igual al principio». Si, por el contrario, respondía que no se imaginaba con la energía, el tiempo o el dinero para criar a un niño, le contestaban «te las arreglarás de algún modo». Cuando les contestaba que prefería centrarse en su carrera profesional, le replicaban que era una «egoísta». Holly concluía que no había razón aceptable –a pesar de encontrarnos en pleno siglo XXI- para no tener descendencia. Hasta tal punto Holly tenía clara su decisión, que acudió al médico con la intención de practicarse una ligadura de trompas. Tras explicarle su situación, los doctores le contestaron que «era demasiado joven para siquiera considerarlo». Cuando, por fin, consiguió hablar con una especialista en esterilización, le comentó que no había ningún cirujano disponible. A los pocos días de publicarse el artículo, se desató una auténtica revolución en las redes sociales. Holly recibió miles de mensajes insultantes en los que se atacaba su decisión personal. El acoso digital a la bloguera llegó hasta tal punto que tuvo que cancelar temporalmente sus cuentas de Twitter, Facebook e Instagram. Incluso la BBC tuvo que asignarle dos escoltas para que le acompañaran desde el coche hasta el estudio donde se iba a grabar su entrevista.

Durante los años sesenta y setenta del siglo XX se produjeron profundos cambios socioculturales en los países desarrollados del mundo occidental. En efecto, la incorporación de la mujer al trabajo, el auge del feminismo y los avances en materia de contracepción propiciaron un nuevo contexto en el que las mujeres reivindicaban un mayor protagonismo en todos los sectores de la vida. En esta tesitura, las mujeres impulsaron la llamada revolución sexual que reivindicaba la sexualidad como parte integrante de la condición humana y social lo que cuestionaba el matrimonio como institución clásica enfocada a la generación de descendencia. Uno de los elementos que propiciaron este cambio fu, precisamente, la aparición de los métodos anticonceptivos que permitieron disociar la sexualidad de la procreación.

A pesar del tiempo transcurrido, la maternidad sigue apareciendo como una obligación de género vinculada de manera indisoluble a las mujeres. La sociedad no mira con buenos ojos a la mujer que no quiere tener descendencia. Quien expresa esta decisión se arriesga a todo tipo de interrogatorios, en muchas ocasiones, insolentes por cuanto afectan a un ámbito especialmente íntimo de la persona. Curiosamente, nadie pregunta a una pareja acerca de los motivos por los que han tenido un hijo, quizá en la confianza de que están haciendo lo correcto. Ciertamente, existen muchas razones por las cuales las personas optan por no tener hijos. Según el estudio Childlessness in Europe publicado en 2015, las razones más habituales son los motivos profesionales, la transmisión de una enfermedad hereditaria, mala relación con sus progenitores y causas económicas. Sin embargo, al margen de estas causas, existe un porcentaje de mujeres que, de manera libre y consciente, han tomado la decisión de no tener descendencia sin que exista ninguna causa que se lo impida o dificulte. En España, por ejemplo, se calcula que un 25% de las nacidas en los años setenta no tendrá descendencia. En Alemania, este porcentaje se eleva hasta un 33,6%.

Durante muchos siglos, tener hijos era una obligación divina: una especie de mandato que servía de justificación a la existencia de los padres. Sin embargo, en la sociedad actual, ser padres es solo una opción. Por este motivo, debemos superar las rémoras del pasado y no juzgar con desprecio –como le ocurrió a la bloguera Holly Brockwell- a las mujeres que no desean hijos. Quizá sea el momento de recordar las palabras de Simone de Beauvoir: «Los hijos no son el juguete de los padres, ni la realización de su necesidad de vivir, ni sucedáneos de sus ambiciones insatisfechas. Los hijos son la obligación de formar seres dichosos».

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