Llegan a la edad dorada de la jubilación o son pensionistas por otros motivos y desean viajar, a buen precio -que no gratis-, a destinos que no pudieron conocer antes, cuando el horario laboral o el cuidado de los hijos marcaba sus jornadas, sus vidas. Son los turistas del Imserso, fieles, cada invierno se les ve pasear por nuestras calles desiertas, ocupan plazas de hotel que de otro modo quedarían vacías o abocadas al cierre por fin de temporada, y aunque no puedan quizás permitirse grandes dispendios, se toman su cafecito y compran aquellas ensaimadas típicas y souvenirs para hijos, nietos y amigos. Pasean por los centros históricos, se interesan por las iglesias y monumentos, no han venido a tomar el sol, sino a conocer y descansar.
Los dos grandes grupos Mundiplan y Mundisenior se han peleado por hacerse con la adjudicación de estos viajes sociales, han llegado incluso a los tribunales para repartirse el pastel, pero en medio, parece ser que se han quedado los interesados, pagando el pato, como siempre, los mayores, que han transmitido su indignación por los cambios inesperados en un viaje a Menorca en esta pasada Semana Santa. Su regreso a Barcelona dando un rodeo por Zaragoza y recorriendo luego 'plegados' en el asiento de un autocar los kilómetros de vuelta a su ciudad de origen, a la que se suponía debían llegar en avión. Más que las piernas hinchadas por las horas de autobús, creo que les duele el ataque a su inteligencia, el que por el hecho de ser jubilados se presuponga que están en la higuera y tragarán con todo. No, están en internet, se enfadan como todos, reclaman sus derechos y les parece muy raro que en el avión que debían volar hubiera plazas -a precios desorbitados-, mientras a ellos les ponían un vuelo a Zaragoza. A ellos les 'han hecho la pascua', y otros desde luego han hecho en marzo su agosto.