Todo sería más sencillo si las líneas entre el bien y mal estuvieran mejor definidas, y sobre todo si pudiéramos ver con claridad el mal absoluto, y también el bien más impoluto, pero todos sabemos, queridos lectores, que es cosa harto difícil, porque en ocasiones hay buenas personas que hacen cosas malas y alguna mala persona que hace cosas buenas.
De peques era mucho más simple, los indios eran los malos y salvajes con Toro Sentado a la cabeza, y el Séptimo de caballería eran los buenos con esos bonitos trajes azules. Pero uno va creciendo, la ingenuidad se queda por el camino y se descubre que lo de los indios americanos fue un genocidio en toda regla, y que Búfalo Bill fue más vil que héroe. La película del 2004 «El Hundimiento» narra los últimos días de la vida de la encarnación del mal por excelencia, el dictador y responsable del holocausto Adolf Hitler. La película tuvo buenas críticas en general por lo fidedigna que era mostrando esa parte de la historia, pero también sufrió los ataques furibundos de diferentes colectivos porque en una escena el sanguinario dictador se muestra cariñoso y amable con un perro. No se puede concebir que un tipo capaz de matar millones de personas de la forma más cruel y horrible posible, pudiera mostrar un ápice de ternura al acariciar a un perro, el hecho nos revuelve las tripas. También hay buenas personas que por omisión hacen cosas malas. Todos vemos mal que se disparen pelotas de goma y gases lacrimógenos contra los refugiados, ya sean hombres mujeres o niños, todos condenamos tan desalmada acción, pero ¿hacemos algo para remediarlo? O quizás egoístamente, decimos que horror con la boca pequeña y con el rincón más escondido de nuestro ser respiramos aliviados cuando le ponen muros a Europa, espinosa cuestión, patadita en las tripas. No nos equivoquemos, el hecho de sembrar la duda no significa que nuestras supuestas maldades están al nivel de los grandes monstruos de la historia, y ni tan siquiera se acercan a los actos malignos de los poderosos que tanto dolor está provocando, regado todo con papeles de Panamá y corruptelas infinitas. Seguro que nuestro presi en funciones no es mala persona, pero con las políticas que él encabeza ha hecho que el sufrimiento se extienda entre la mayoría de la población. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres, a pesar de los recortes que ha metido, son cada vez más pobres, echen ustedes cuentas. Cuando le pedí opinión a mi amiga Ana sobre esta reflexión eterna acerca del bien y el mal me contó que hace años cuando estaba viajando por Malasia en un coche que conducía un guapo chofer del lugar, decidieron que ella le enseñaría castellano al apuesto malayo. Así cada vez que veían un animal él lo decía en ingles y ella le traducía al castellano para que él lo repitiera. Monkey, mono, monou decía él, bird, pájaro, pajarou, en un momento dado el dijo cow y cuando repitió la palabra en castellano miro a los ojos de Ana y le dijo muy suave vaaca. Ana sonrió y pensó, con ese punto superficial que da la vida intensa, que nadie le había dicho vaca con tanto amor, así que no tuvo más remedio que tener una aventura con él. Le dije, Ana ¿qué puñetas tiene esto que ver con lo que te he preguntado?, y me contestó, nada, pero ahí tienes a dos buenas personas, que no hacen daño a nadie, disfrutando de la vida. Pues eso, que con más humor y más sexo habría mucha menos mala baba, habrá a quien se le revuelvan las tripas, pero es lo que hay.