Llegó el verano hace unos días, un verano suave no muy intenso de calor, pero sí intenso de niños. Son días locos en los que los horarios pautados se diluyen cuando viene algún familiar de vacaciones, la tía de Valencia. Los niños quedan más libres, más allá de una tanca de pared seca. Las amistades, la familia nos reunimos más que en invierno para compartir el buen tiempo y los niños lo notan, saben que han cambiado de temporada no por los rayos del Lorenzo sino porque se hacen más cosas y «mamá me deja jugar más». Pero es todo un ejercicio, y saber delegar. porque los hijos no son solo de los padres. Los pequeños durante el invierno tienen unas pautas marcadas por la luz solar, sobre las 19.30h baño, pijama, cena, y a dormir. Y a las nueve ya reina el silencio en casa. En época estival ya no cuela tanto porque no cae la luz hasta las nueve. Y después hay que saber ser flexible con las visitas de familiares, hay que dejarles que se encaramen más a los brazos de la tía, o del abuelo y escuchar más sus carcajadas cuando están con ellos. Perfectamente saben, estos seres diminutos, que tienen que hacer sus rutinas: desayuno, comida, cena, vestirse, bañarse e irse a dormir.
Han estado entrenando todo el invierno, y en verano se hacen igualmente las cosas pero alargando las horas. Y eso ocurre porque la familia también ayuda a descargarte, se equilibra el trabajo que antes se multiplicaba. Mientras la tía se baña con los sobrinos, la madre hace la cena y pone lavadoras. Después cambio de roles, la tía da de cenar a los pequeños mientras la madre ahora sí se relaja en la ducha. Y ya los acuesta más relajada, y ellos cogen la cama con más gusto. No hay motivo de más palabras como «venga a la cama, por favor», «quieres cerrar los ojos ya», «mamá está cansada», etc. Ahora es llegar a la habitación después de dar las buenas noches a cualquier ser vivo que esté en casa, a las plantas, al perro, a la tía y, no vivos como una oca lámpara. Dichas las palabras, la pequeña de medio metro de altura, cae en un sueño de verano. Al día siguiente los despertares son conjuntos y de muchas palabras que se juntan en el desayuno, de tertulias que hay que cortar porque sino no se llega, esta vez sí, al destino. Porque esta niñita de 22 meses tiene que entrar a la escoleta a las 8 de la mañana. Y es curioso como los niños saben sus deberes. por mucho que sea verano y los horarios no se cumplan como de costumbre saben que tienen que hacer sus quehaceres diarios, tienen interiorizadas sus rutinas y no montan pollos porque quieran estar más con la abuela. Eso sí, hay que saber ser flexibles, dejarles sus momentos porque ellos ya saben que todo tiene un tempo.