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De los vinos de Grecia a los vinos de Roma

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El diccionario moderno nos dice que «el vino es una bebida alcohólica formada del zumo de uvas fermentadas». Por consiguiente, el zumo o mosto de la uva sin fermentar, en puridad, no debe ser considerado aún como vino.

En griego la palabra «vino» aparece como oínos. En hebreo tiene ocho términos diferentes: yayin, tyrosh, chamer, shekar, shermer, sove, yequeu y asis.

Algo incomprensible en la cultura actual sobre los vinos griegos, era aquel barbarismo suyo de cocer los vinos hasta reducirlos prácticamente a la mitad de su volumen. Solo entonces eran almacenados en ánforas y sellados con tapas de barro que se cubrían con cera. Esto permitía transportar el doble de vino en una cantidad reducida de ánforas porque luego ya en su destino los griegos añadían agua como mínimo en un 50%. Es decir, a media ánfora de vino se le añadía agua hasta llenarla. En mi opinión, una degradación por reducir el vino al hervirlo y otra degradación al agregarle tales volúmenes de agua.

Beber vino puro era considerado una acción censurable; de hecho, el vino puro sólo podía consumirlo Dioniso. Pero esto de seguir las normas al 100% ya ni siquiera entre los griegos era un dogma de fe. El rey Cleómenes de Esparta bebía el vino sin bautizarlo con agua, por más que en su mesa no hubiera otro griego que no le echara una generosa cantidad.

No tenemos una documentación fiable para saber cómo bebían el vino los etruscos, aunque sí sabemos que lo elaboraron y consumieron antes que los griegos y romanos. De manera que el origen de rebajar el vino con agua lo ignoramos.

Los romanos plantaron viñedos en Francia, Alemania, España y Portugal y por supuesto en Italia. Asombra tener que aceptar que algunas técnicas y principios desarrollados por los romanos podemos encontrarlos en la producción de vino actual.

Conviene, por ser escrupulosamente metódico, decir que los romanos copiaron a los griegos el arte de elaborar vinos. ¡Bueno! Y de paso al dios de vino griego, Dioniso, le cambiaron el nombre por Baco. Por corrupción del lenguaje, a una gran comilona bien regada de vino se la empezó a llamar bacanal. En este punto ruego licencia para dedicar unos párrafos a esa desaforada pasión romana por la comida y la bebida. Al lado del comedor tenían una pequeña estancia llamada vomitorum con algún esclavo adiestrado en la industria de meter los dedos en la garganta de los atiborrados comensales para, de esta suerte, producirles el vómito liberando los estómagos y así poder seguir comiendo.

De los romanos puede afirmarse que fue el primer pueblo culto de la antigüedad que puso en práctica comer sin hambre y beber sin sed.

Plinio el Viejo y Marcial nos dejaron una sabrosísima literatura del buen yantar y el mejor libar aquellos vinos que apenas estaban desbrozando la trocha donde aún faltaba superar muchas penurias para tener los conocimientos etnológicos necesarios para elaborar un vino civilizado.

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