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Contigo mismo

Enriquecerse a costa de imbéciles

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Creyó que eso de enriquecerse era difícil. Hasta que aprendió lo contrario. Era muy fácil si se sabía canalizar la estupidez humana. Y su cobardía…

¿Cómo comenzó todo? Estaba en Barcelona. En paro, con un subsidio a punto de expirar, sin casa, abandonado por familiares y amigos, deambulando… Los últimos cartuchos –léase euros- los había empleado en viajar a esa ciudad que tanto amaba y en la que, casi cada calle, le retrotraía a un pasado alegre porque le auguraba un futuro feliz que, finalmente, no fue… ¿Gràcia? Efectivamente… Una exposición de arte moderno… Libre y gratuita. Se sentía abatido… Entró… Él era un hombre sensible. Eso, todavía, no se lo habían hurtado. Por eso gozó con algunas de las obras… Con algunas… De pronto se topó con un lienzo, vendido por dieciocho mil euros, que le dejó perplejo. Más que una pintura al óleo se le antojó bandera, bufonada… Cuatro franjas paralelas, uniformes (azul cielo, marrón, verde, azul marino) conformaban una pieza titulada Paisaje. El autor –se lo cotilleó una enjoyada anciana- era ese hombre que se pavoneaba por la sala y que, de pronto, se le acercó…

- ¿Qué le parece?

El parado estuvo a punto de vomitarle su verdad, pero calló por educación…

- ¿Podría explicármelo?

El pavo real lo miró con lástima… Y obró cristianamente. El azul cielo representaba, pues eso: el cielo. El marrón, la tierra. El verde, la vegetación. Y el azul marino, el mar…

- Pues vale –le contestó-.

A escasos metros de esa proeza anidaba otra: un enorme lienzo blanco con una única pincelada negra en el extremo inferior derecho… ¿Título? Soledad. Vendido. Treinta y cinco mil euros… El autor, reconocidísimo... De preguntarle, probablemente le habría explicado, de manera igualmente prepotente y caritativa, que el trazo negro se sentía solo ante la inmensidad de un cosmos antitético representado por el blanco generalizado de la tela…

El parado recordó entonces la moraleja que contenía aquel relato leído en su niñez. Aquel en el que un sastre pícaro le había vendido al rey un traje inexistente con el pretexto de que únicamente los súbditos inteligentes podrían ver la belleza de la tela con la que había sido confeccionado. Nadie deseaba ser tenido por lelo… Por tanto, aunque el rey iba en pelota picada, todos alababan la extrema exquisitez del susodicho traje… Hasta que un niño osó proclamar la verdad con un "el monarca va desnudo"…

Pues eso –se dijo el parado-.

Pero su paciencia llegó al límite cuando padeció un óleo en el que, bajo el título de Autopsia, sólo contenía una superficie lisa en color rojo… Vendido. La pintora, de prestigio. Y el rey seguía desnudo. Algún súbdito había abonado quince mil euros y en la sala de exposiciones urgía la presencia inmediata de un niño…

Salió asqueado de tanta tomadura de pelo, esa que, inexplicablemente, convivía, en aquella sala, con arte de veras, arte en mayúsculas… Y deshizo el camino andado filosofando sobre la estupidez humana y los sinvergüenzas que engordan gracias a la imbecilidad y la cobardía ajenas…

Pero el súmmum de su ira llegó cuando intentó utilizar los lavabos de un bar de moda. Era una emergencia. Bajó las escaleras. Dos puertas. Arte abstracto para diferenciar el servicio de hombres del de mujeres. Intentó interpretar aquellos garabatos. En esas circunstancias –pensó- el arte abstracto no era de recibo. Se la jugó. Un grito le indicó que no había sabido interpretar, debidamente, aquella nueva muestra de talento…

Cuando regresó a Menorca, el parado perdió el subsidio y se metió a pintor abstracto. Hoy es firma reconocida. Y su situación económica –a falta de niños- ha mejorado de manera ostensible. Sus primeras obras se titularon: Depresión (un cuadro pintado totalmente de negro), Esperanza (el mismo cuadro con una pincelada en verde) y Perdidos (el mismo cuadro con dos pinceladas amarillas)… Según cuentan, el nuevo y afamado artista expondrá en Gràcia…

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