Solo han pasado unos pocos días desde que Trump inauguró su presidencia y en estos días ya ha conseguido crear una situación caótica en el país. Desde que entró en la Casa Blanca no ha parado de firmar decretos ley sobre los temas que había ya anunciado en su campaña.
Lo primero fue intentar desmontar el sistema sanitario que creó Obama y que cubre a unos veinte millones de americanos. Por decreto ley no podía cancelarlo, pero ha empezado a organizar parte del desmonte de la ley. Anuncia que habrá una alternativa, pero no se sabe cómo será. Los Republicanos en el Senado llevan años intentando cargarse esa ley, por tanto se alegraron sobre esta iniciativa de Trump, lo que no han conseguido saber es qué iniciativa lo va a sustituir. La confusión reina.
Después vino el decreto sobre la construcción del muro con Méjico y que tienen que pagar los mejicanos. Aparte de las sonrisas que produjo en algunos y la indignación en otros, no parece que haya sido capaz de formular cómo se hará ese pago. Su primera sugerencia, poner un arancel del 20% a todos los productos que vienen de Méjico es más que ridícula. Si pone el arancel, el precio de los productos mejicanos aumentará y quienes pagarán serán los ciudadanos americanos que compren esos productos, no será Méjico.
A esto le siguió el intentar restablecer la tortura para los presos ligados al terrorismo. Esa medida aparte de violar la Constitución y todas las normas internacionales, su eficacia es muy dudosa. Expertos en el campo ya han dicho muchas veces que con la tortura lo único que se consigue que los encausados digan cualquier cosa que se les ocurre con tal de salir del proceso y en la mayoría de los casos llevan a pistas falsas.
Luego mandó a diferentes agencias del gobierno no hacer pública la información que ellos obtengan. Trump quiere controlar toda la información. Eso cubre cuestiones tanto políticas como sociales y científicas.
Pero probablemente lo que ha tenido mayor resonancia tanto interna como internacional ha sido la prohibición de admitir refugiados y no dejar entrar en el país a ciudadanos de siete países árabes aunque tuvieran la documentación de residentes permanentes en Estados Unidos. Eso provocó por una parte caos en los aeropuertos y una explosión de protestas en el país y en todo el mundo.
En primer lugar los siete países afectados son países árabes en los que Trump no tiene negocios, casualidad. Además ningún ciudadano de estos países ha provocado ningún incidente terrorista en el país. La falta de normativa clara provocó mucha confusión en quienes tenían que aplicar las órdenes. Ha habido manifestaciones en contra de ese decreto en los aeropuertos con conexiones internacionales y ha provocado el rechazo de muchos dirigentes.
Después de este decreto han empezado a oírse voces de protesta de miembros del Congreso y Senado del partido Republicano que hasta el momento estaban callados.
De todas formas lo que más asusta no son las medidas en sí, sino el estado mental de Trump. Ya salían voces de la Casa Blanca diciendo que el presidente se comporta como un chiquillo que no tiene ni idea de cómo hacer las cosas. Su obsesión por mostrar que ha sido el presidente con más personas en su inauguración da risa a la vista de las fotos publicadas, que él califica de noticias falsas. Además ha ordenado a la Dirección de Parques Naturales que busquen fotos que demuestren lo que él dice. Trump sigue insistiendo que los casi tres millones de votos que le adelantó Hillary eran votos ilegales y ha organizado una comisión para investigarlo.
Como narcisismo maligno han caracterizado algunos sicólogos su actitud enfermiza. Está actitud muestra que el hombre tiene un desequilibrio que no da ninguna confianza en cómo puede dirigir una nación.
Y ¿cómo nos sentimos todos? No es fácil ponerlo en palabras, serían demasiadas y muchas de ellas no me las dejarían publicar. Para mí la solución es ir formón en una mano y dando mazazos y mostrar en un trozo de madera cómo me siento cada vez que oigo lo que ha hecho el presidente.