Hace unos años los enfermos de cáncer se movilizaron para denunciar la falta de oncólogos en la sanidad pública menorquina. Corría 2008 y en general la falta de especialistas y de estabilidad en el puesto de trabajo de aquellos que llegaban (la media se estableció en alrededor de un año y medio, ese era el tiempo que tardaban en irse a otro destino) era un auténtico problema. Para los pacientes y para todos los gerentes, sin importar el gobierno de turno, que pasaran por la dirección del Área de Salud. Afortunadamente la situación se logró corregir. El área de oncología, y también otras especialidades, se han ido nutriendo de profesionales, ya no hay movilizaciones, las listas de espera han mejorado.
Se han hecho los esfuerzos necesarios para atraer médicos y que éstos arraiguen en la isla, no es tarea fácil cuando hay que competir con grandes hospitales. Ahora los galenos vuelven a estar inquietos porque el catalán será un requisito para ejercer su profesión en las islas. No se niegan a estudiarlo, la comunicación médico-paciente es fundamental, pero no comprenden que pase por delante de otros conocimientos más importantes, máxime cuando en la mayoría de los casos existe una lengua común.
Piden que sea un mérito, con máxima puntuación, pero que no les excluya, como sucede en otras comunidades con lengua propia. De hecho la estadística de quejas de pacientes demuestra que el idioma hasta ahora no ha sido algo conflictivo: 5.000 reclamaciones en un año y 7 sobre lengua, un exiguo porcentaje. Entonces ¿por qué hacer un problema donde no lo hay? Quizás sea demasiado pedir en los tiempos que corren que nos serenemos, que no hagamos causas de identidad en el lugar equivocado, y que nos centremos en velar por la salud y una atención sanitaria de calidad, que es lo importante cuando vamos al médico.