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Contigo mismo

Asesinar con un Whatsapp

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Escena X. Exterior día. Parque de pueblo. Cinco ancianas permanecen sentadas en un banco.

Anciana 1 (a Anciana 2)

- El hijo del carpintero se ha herido levemente el meñique...

Anciana 2 (a Anciana 3)

- La herida se le ha gangrenado... Han tenido que amputarle la mano...

Anciana 3 (a Anciana 4)

- Se ha muerto entre terribles dolores...

Anciana 4 (a Anciana 5)

- Parece mentira... ¡Cómo pasa el tiempo! Ya han transcurrido cinco años desde el fallecimiento del hijo del carpintero...

El hijo del carpintero aparece y, tatareando una canción popular, saluda a las viejecitas... Fundido en negro...

Pero no siempre, ante la calumnia, tenéis la suerte de que aparezca, de pronto, el hijo del carpintero...

«Es asombroso» -exclama el personaje central de «El regalo» película de Joel Edgerton de 2016-. «Es asombroso con qué facilidad se puede lanzar una idea y destrozar una vida» –continúa-.

Ahora –te dices- os escandalizáis por las repugnantes fake news, eso que, de toda la vida, habíais dado en llamar mentiras. Pero –lo sabes- esa posibilidad de matar con la palabra ultrajada parece innata al hombre... Con la difamación se puede acabar, efectivamente, con un individuo, con una pareja, con una familia, con una sociedad, con un país y, si te apuran, con el mundo mundial. Las ancianas con las que arrancabas el artículo utilizaban, sí, fake news, aún sin saberlo. Lo único que ha cambiado, actualmente, es, probablemente, la velocidad con la que se propagan las insidias a través de las grandes plataformas tecnológicas, la potencia de las imágenes con las que se ilustran, su bajo costo y la repugnante predisposición de los humanos a creérselas sin ningún tipo de examen...

Por cierto: te comentan hoy, vía whatsapp, que Rajoy construye en Llucmaçanes campos de exterminio para todos los catalanoparlantes y que la señora Forcadell pretende, una vez declarada la República, gasear en Lepe a los no simpatizantes de ERC...

A lo largo de tu vida has contemplado demasiadas fake news o posverdades o, dejándonos de cuentos, injurias que han acabado por destrozar a multitud de personas. Calumnias emitidas por esposos y esposas cuando se competía por la custodia de los hijos. Calumnias elaboradas para lacerar la imagen pública de un oponente político. Calumnias de patio de vecindad, de escalera, de calle, de bar, de peluquería o barbería... Calumnias que os han rodeado desde vuestros propios orígenes, que os rodean ahora y que lo seguirán haciendo en el futuro. A lo largo de tu vida –lo iteras- te has topado con infinidad de existencias tristemente rotas por falacias, por fake news y contra las que es tan difícil luchar... Porque su elaboración es terriblemente sencilla:

A- El emisor lanza la noticia que sabe falsa a un receptor o receptores en la certeza de que éstos la darán por válida sin ni tan siquiera cuestionársela. Siempre y cuando, ¡natural!, tenga tintes negativos. Lo positivo no vende en mercado.

B- El emisor se dice a sí mismo que lo que hace no es grave, sino mera e inane murmuración...

C- Los receptores se mudan, a su vez, en emisores y la brutal bola de nieve crece hasta llegar al paroxismo.

D- El primer emisor rara vez puede ser identificado...

E- La víctima, el referente, se encuentra, prácticamente, indefenso... El hijo del carpintero –lo has dicho ya- rara vez aparece silbando.

¡Qué triste uso de la palabra!

Habría que cuestionarse todos y cada uno de los mensajes negativos que, a diario, os llegan. Contrastarlos. Y, en ningún caso, reenviarlos. Incluso si anida en ellos la verdad. Pero una verdad que, salvo puntuales excepciones, no tiene porque ser divulgada... Es la única arma -crees- factible para acabar con esa nueva forma de asesinar a alguien. A saber: buscando la autenticidad o no del mensaje, utilizando la razón y acudiendo a la misericordia... En suma: rescatando la palabra de esos buitres que anidan en repulsivos gobiernos, en sus servicios secretos o, simplemente, en el rellano de vuestra propia escalera...

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