Siguen las matanzas con armas de fuego en Estados Unidos. El 14 de febrero en el Instituto Stoneman Douglas en Parkland, Florida, 17 personas murieron por un ataque de un joven con un AR-15, un arma semi-automática la favorita de quienes cometen ese tipo de atentados. Una matanza más en un colegio que sigue dejándonos horrorizados pero que no por ello se tomarán medias efectivas para controlar esos ataques.
El que perpetró el atentado era un joven de 19 años, con muchos problemas, y que había sido expulsado del colegio ante la incapacidad de poderlo controlar. A pesar de la edad y su estado emocional y mental no tuvo ningún problema para comprar el arma. En cambio por su edad no hubiera podido comprar una cerveza.
Ese tipo de incidentes no son hechos aislados en Estados Unidos.
Los vivimos todos de cerca. Tres días después de este atentado, vino mi nieta del instituto contando que un chico había ido con una pistola diciendo que iba a matarlos a todos. En este caso, no pasó nada ya que el chico fue controlado, pero hubiera podido pasar.
Desde el 1 de enero de este año al 25 de febrero ha habido en Estados Unidos 7.678 incidentes con armas de fuego, de ellos han resultado 2.114 personas muertas y 3.612 heridos. El número de ataques masivos se cifra en 34. Ese número depende de la definición de ataque masivo.
Las cuentas oficiales dan un número mucho más bajo ya que su condición de ataque masivo requiere que haya cuatro muertos como mínimo. Esto es como las cifras de desempleo que siempre hay trucos para bajarlas. La cifra de 34 es más significativa en el sentido que son casos en que el atacante ha atentado a multiples personas.
En cualquier caso las cifras son alucinantes y parece que el solo mirarlas debería producir una reacción inmediata por quienes son responsables de la seguridad nacional.
Si hay un ataque jihadista aunque solo muera un persona se arma la de dios es Cristo y el gobierno toma medidas de todo tipo.
Por el hecho que una vez un jihadista escondió un explosivo en un zapato al entrar en un avión, ahora todos nos tenemos que quitar los zapatos al pasar por puntos de seguridad en los aeropuertos.
En cambio a pesar de los miles de muertos que hay cada año en Estados Unidos por armas de fuego no se ha tomado ninguna medida para controlar la venta y distribución de armas.
Los chicos del instituto en donde ocurrió la última matanza han demostrado gran madurez y sentido de responsabilidad al enfrentarse con los políticos que no quieren tomar ninguna medida respecto las armas de fuego. Ellos les han preguntado a los políticos si después de lo que ha pasado dejaran de recibir fondos para sus campañas de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el lobby más importante de los fabricantes de armas de Estadps Unidos.
No obtuvieron respuestas claras.
La respuesta de Trump y del presidente de la NRA ha sido de acusar a los que pedían medidas de aprovecharse del incidente para intentar cortar las libertades de los ciudadanos.
La solución que ha dado Trump y que ya habían propuesto antes algunos políticos republicanos es la de armar a los profesores para que puedan defender a los estudiantes en caso de ataques.
Esta propuesta tan ridícula y peligrosa solo ha irritado más a estudiantes y profesores.
La reacción esta vez ha sido mas generalizada. El que las escuelas sean ya un blanco frecuente de este tipo de ataques ya empieza a preocupar a padres e hijos y al profesorado. Protestas ha habido por todo el país, pero los políticos siguen sin reaccionar. La fuerza de los fabricantes de armas sobre ellos es muy grande.
El control de las armas en Estados Unidos no solo es un problema al que los politicos no quieren hacer nada sino que también sería muy difícil de solucionar. Aunque se prohibiera la venta de armas en el país ya existen tantas armas que siempre sería posible a alguien conseguirla de segunda mano. Pero en cualquier caso medidas se han de tomar.
De momento el resultado de este suceso como de sucesos similares anteriores ha sido un incremento en la venta de armas ya que la gente teme que se pueda prohibir la venta y van a abastecerse de más. Así que como con casi todo seguimos yendo pasito a pasito hacia el precipicio.