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Les coses senzilles

El sol sale para todos

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Eugene Ionesco dijo que «las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen» Eugene Ionesco, escritor franco-rumano en lengua francesa, fue uno de los principales dramaturgos del teatro del absurdo. Su frase resulta clarividente en muchos aspectos, sin ir más lejos en la guerra que se ha armado en torno a los lazos amarillos, que simbólicamente exigen la libertad de los presos catalanes encerrados preventivamente precisamente por su ideología. Unos los atan y otros los desatan, como todo en la vida, quiero decir que todo tiende a atarse o desatarse según el color del cristal con que se mira. Y en cuanto a lo del teatro del absurdo, nada me parece más acertado que calificar a veces la conducta humana de absurda. Absurdo es que hayan muerto tantos inocentes por culpa de guerras de religión, simplemente porque unos crean una cosa y otros, otra o porque unos quieran unirse bajo una bandera y otros bajo otra sin que podamos convivir todos en paz. Absurdo es el comportamiento de quienes ignoran que nuestra lengua proviene del latín, igual que el castellano -o español-, el francés, el italiano o el gallego, y que unos quieran hablar en pla frente a los que defienden el catalán, ignorando que es lo mismo, que el pueblo llano hablaba pla català hasta que el habla se puso por escrito dando lugar a una lengua, igual que ocurrió con el castellano, que elevó a la categoría de lengua el romance que hablaba el pueblo llano -pla- frente al latín que se seguía escribiendo en los conventos. Es decir, que nos enfrentamos por minucias, o que nuestros sueños se convierten en angustias cuando nos negamos a dejar vivir a todo el mundo en paz. Es lo que decía mi abuela, cuando le hablaban de la competencia en el negocio; decía: «El sol sale para todos». Pero lo decía en nuestra lengua: «Es sol surt per tothom».

El sol sale para iluminar los lazos amarillos cuando los ponen y los postes y verjas que quedan desnudos cuando los quitan, y seguramente el astro, que ha visto centenares de guerras sangrientas, debe de reírse del egoísmo y la intransigencia humanos que lleva a esas guerras fratricidas y profundos quebraderos de cabeza. También amarillo es el pelo del presidente americano actual -ya ven que decimos «americano» como si solo hubiera un país en América-; pero no creo que nadie se dedique a afeitarle la «pelusa» aunque seguro que hay más de uno que quisiera hacerlo al oírle decir alguna de las barbaridades que a veces se le ocurren.

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