El principio de la independencia judicial, que es fundamental en una democracia, tiene , como todos los principios democráticos, difícil implementación. El problema no está a nivel de los jueces en juzgados locales, sino en los niveles altos de la judicatura como el tribunal supremo.
Los jueces, como todos los ciudadanos tendrán sus posiciones ideológicas más o menos fuertes. Pero la distribución de está posiciones y su intensidad, será como entre resto de ciudadanos.
Por eso si en algún caso se cree que hay prejuicios en sus decisiones esas se pueden apelar. Aquí es donde puede surgir el problema, ¿cómo nombrar los jueces de estos tribunales superiores y en particular los del tribunal supremo?
En estos nombramientos participan directa o indirectamente los políticos y esos organizan muchas veces sus juegos habituales de servir a los intereses de minorías en vez del interés público.
Un ejemplo ha sido el nombramiento del juez Brett Kavanaugh al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Durante unas semana hemos tenido un triste espectáculo en el Senado como no se había visto nunca y un nombramiento que traerá dificultades y problemas al mismo Tribunal Supremo durante años.
Los presidentes de los Estados Unidos al nombrar jueces del Supremo siempre solían escoger personas con un historial sólido en su profesión judicial aunque lo escogieran con una cierta tendencia a su propia ideología. Durante el proceso de confirmación en el Senado acostumbraba haber un cierto consenso entre los dos partidos políticos. Naturalmente con Trump en la presidencia todo ha cambiado.
La cosa ya empezó con la actitud del actual presidente del Senado, el senador Mitch McConnell, que ya jugó sucio cuando nueve meses antes de que se terminara el periodo presidencial de Obama paralizó el nombramiento de juez del Supremo que debía suceder al juez Scalia. McConnell dijo que el día más feliz de su vida fue cuando le dijo a Obama que él no nombraría el juez del Supremo. Con la excusa de ser año electoral paralizó el proceso de confirmación.
Así ya se creó un ambiente muy malo para poder tener ninguna base de consenso.
La elección de Trump complicó las cosas y en este caso, al tener que nombrar al sucesor del juez Kennedy, eligió ya a una persona, Brett Kavanaugh, que no tenía la altura y cualificaciones que se esperan para esos puestos.
El nombramiento del Sr. Kavanaugh ya causó mucho malestar en ambientes progresistas del país. Así, la Asociación Americana de Libertades Civiles declaró que por su trayectoria, Kavanaugh "muestra hostilidad a las leyes internacionales que limitan las acciones del gobierno y una falta de voluntad para declarar al gobierno responsable cuando ha violado los derechos humanos y constitucionales de ciudadanos y no-ciudadanos".
Pero las cosas se complicaron más cuando empezaron haber comentarios sobre el trato a mujeres en su trabajo y culminó con la acusación por parte de tres mujeres de intentos de violación. Una de ellas incluso declaró en el Senado sobre el incidente.
Las respuestas de Kavanaugh fueron atacar a quienes le acusaban diciendo que mentían. Es el problema perenne en estos casos, ¿cómo se pueden demostrar acciones que tienen lugar en privado? Además estas acciones se remontaban a la época de sus estudios universitarios. Kavanaugh como respuesta atacó a los demócratas diciendo que era una conspiración contra él. Con eso se complicó más la situación, demostrando que él se alineaba con el partido Republicano.
La cosa salió de madre y las discusiones e insultos se dispararon.
Se sacaron historias de juventud sobre borracheras y peleas callejeras.
El nivel no pudo ser más bajo y mucha gente se molestó de que en el Senado se produjera esta situación. Pero el resultado final fue que consiguió ser elegido por mayoría de un senador.
A la vez, el partido Demócrata ha perdido puntos en el electorado, ya que se le ha culpado de "bajo nivel" de ataques. Así gana Trump sus batallas.