21-XII-18
Escribe el notario catalán J.J. López Burniol en su luminoso libro «España desde una esquina» (La esfera de los libros, 2008) lo que él denomina «La receta de un viejo abogado», que como notario utiliza ante complejos problemas de su profesión como el reparto de herencias y que sistematiza de la siguiente forma:
1. Huir de los grandes conceptos, de las palabras rimbombantes y de las ideas generales... No hacer jamás apelación a sentimientos ni a agravios antiguos... Y prescindir de raíz del espíritu justiciero.
2. Concretar siempre las diferencias, en la medida de lo posible, en magnitudes mensurables que permitan la transacción...
3. No buscar nunca soluciones para toda la vida, que son imposibles, de la misma manera como no están a nuestro alcance ni la justicia absoluta, ni la sabiduría plena, ni la belleza total, ni la bondad sin sombra.
No sé si se inicia hoy este camino en Cataluña, pero debería.
23-XII-18
Ante el inminente aquelarre navideño, trato de intuir por dónde irán los tiros (espero que solo metafóricos) de las múltiples tertulias que se avecinan con familiares y amigos bajo la influencia del inevitable alcohol. Y no es tan fácil hallar senderos, no de gloria como en la inmortal película de Stanley Kubrick, sino tan solo de amables banalidades en los crispados tiempos que corren. Porque claro, una vez hecho recuento de hipertensiones, prostatismos, eczemas, estreñimientos, desparejamientos y graciosidades de los menudos, tocará hablar de otros asuntos para llenar las interminables sobremesas. Si hay que huir de grandes conceptos y palabras rimbombantes como aconseja nuestro notario, ya podemos dejar en el perchero cualquier referencia a asuntillos de patrias y constituciones. ¿Hablamos de diálogo en general? Hummm, puede que algún cuñado lo confunda con otros aguerridos vocablos como claudicación, humillación o rendición. Mejor obviarlo. Y si el asunto pasa a temas menorquines, ¿quién se va atrever a mentar la carretera general y sus mamotretos insepultos? ¿Y la hache? En definitiva, mejor no pasarse con el vino...
24-XII-18
Como complemento de la entrada anterior, preparo un manual para detectar situaciones comprometidas y salir incólume de la colosal prueba de afrontar las sucesivas sobremesas. Veamos:
- Anar de mosques. Sería el primer nivel, simpático y lleno de inocuas ocurrencias bien recibidas por chicos y mayores.
- Anat torrat. Segundo grado en el que se acrecienta la alegría y se afila un tanto la lengua pero sin dejar de lado la simpatía y la concordia, sobre todo si uno se limita a estar solo una mica torrat.
- Anar a la vela. Alguna discreta falta de equilibrio aún dará lugar a sonrisitas conmiserativas. Se puede hablar del fútbol solo hasta que salgan a relucir las tropecientas champions...
- Dur unes bones veles. Cuidado, a la lengua empieza a patinarle el embrague y puede mentar alguna bicha inconveniente para la fina sensibilidad de algún cuñado.
- Anar gat o dur un bon gat, un bon nord, una bona tramuntanada, anar de gambirot (ir renqueando, dando traspiés), dur un bon cerol (en castellano «cerote», mezcla de pez y cera que usan los zapateros, (?), dur un bon xop o un bon sabatot... Aquí ja ballam y más vale parapetarse bajo la mesa, pueden ondear las banderas victoriosas al paso alegre de la trifulca...
25-XII-18
Día de Navidad. Intento superar el mono de periódicos de papel reflexionando ante la pantalla en blanco sobre el nivel alcanzado anoche, mientras escucho el «Alexandra leaving» de Leonard Cohen. Me veo a mí mismo sentado a mitad de noche, completamente inmóvil, en sepulcral silencio y bebiendo agua a intervalos regulares, lo que significa que en determinado momento de la cena del dissabte de Nadal llegué a estar una mica torrat y mi natural prudente me llevó -al contrario que Jesús- a convertir el vino en agua. Sé que no escuché el discurso del Rey, en parte porque me lo prohibieron mis hijos republicanos y también porque estaba enfrascado en la degustación de un soberbio Pago de Carrovejas…
Y aún nos queda «cabeza de año», bon ball tenim. Salut i força a n'es fetge.
26-XII-18
Pésimo despertar de segona festa: «Es Diari» nos da cuenta del fallecimiento de dos amigos futboleros, Lluís ‘Viroll', el más rápido de una saga irrepetible de jugadorazos (Nito, Min, Miguel, a cual mejor), lo ha sido también en abandonar la vida terrenal. Nunca desaparecerán de mi retina sus galopadas por la banda, sus golazos, ni su contagiosa y amable sonrisa. Me invade la tristeza que se acrecienta al leer también la noticia de la desaparición de Manolo Martín Vences, un entrenador de gran personalidad y adelantado a su tiempo que construyó una Unión Deportiva espectacular. En mis años universitarios, Manolo me introduciría en la prensa deportiva zaragozana y más adelante lo disfruté como docente en el cursillo de entrenadores. Un gran tipo. Descansen en paz los amigos del balón desaparecidos.