El calificar a la política como el arte de lo posible ha estado en la boca de muchos políticos prestigiosos desde Aristóteles.
Esta frase da una visión de como operar en política para hacer las cosas bien. El buen político debe intuir lo que es posible y actuar en consecuencia. Así se demuestra la calidad del político.
Lo que hemos visto desde las últimas elecciones no ha sido precisamente un ejemplo de ello. Solo un caso me ha dado la impresión que actuaba así. Es el caso del Sr. Valls, una persona con la que ideológicamente tengo poco en común, pero que se ha ganado mi respeto. No me pareció nada bien que viniera desde París a presentarse como candidato a la alcaldía de Barcelona. Creo que para ser alcalde de una ciudad, uno debe haber vivido en ella muchos años y tener una cierta afinidad con quienes viven en ella.
A pesar de lo que pueda estar en desacuerdo con Valls, la forma en que ofreció su apoyo al nombramiento de Ada Colau a la alcaldía me pareció muy por encima de la actitud de otros candidatos en las elecciones. Como para Valls lo importante era no dejar acceder a la alcaldía a los independentistas, visto los resultados de las elecciones, dio su apoyo a Colau como la menos mala de las opciones. Además lo explicó claramente y sin postureo. Con ello se mostró coherente con sus ideas y con capacidad de pactar.
Por el contrario, veíamos a dos políticos, Rivera e Iglesias, comportándose como dos niños maleducados peleándose por juguetes, pintando lineas rojas por todas partes y pretendiendo ser lo que no habían conseguido en las elecciones.
Rivera parece que quiere ser presidente y líder de la oposición a la vez. Sin haber ganado en ninguna parte y no habiendo sido capaz de adelantar al PP, se presenta como líder de la oposición, pone líneas rojas al PSOE, no quiere pactar con Vox pero quiere que le apoyen, quiere que se ponga en marcha el 155 y no se cuantas cosas más. Todo eso en manifestaciones en la prensa y sin haber empezado conversaciones ni haber hecho ningún pacto.
En el otro lado del espectro político, Pablo Iglesias ha vuelto a hacer de las suyas. Por un cierto tiempo parecía que había aprendido de los errores del pasado y durante las elecciones tuvo un comportamiento muy razonable, pero apenas pasadas ha vuelto a decepcionar. En vez de calladamente pactar con el PSOE las condiciones para establecer un gobierno, ha vuelto a exigir en público y en la prensa, en ser parte del mismo, ser ministro y querer controlar lo que debería saber que con solo sus diputados no puede controlar. Incluso ha llegado a amenazar con nuevas elecciones.
Lo peor es que con esas ansias de control Iglesias esta destruyendo su propio partido, nacido de aquellas ilusiones del 11-M. Ya se han marchado de Podemos muchos de los que formaron parte del grupo dirigente inicial. El caso de Errejón es posiblemente el más llamativo. Eso llevó a una guerra entre Podemos y Mas Madrid en la que Podemos no salió bien parado.
Pero lo más sorprendente es que después de estas perdidas sufridas por Podemos en las elecciones Iglesias ha hecho responsable ante la opinión pública a Echenique y lo ha apartado de la secretaria de organización del partido. Eso de tomar responsabilidad parece que no funciona, la culpa siempre es de otro. Las críticas a Pablo Iglesias se han multiplicado, pero él no parece inclinado a aceptar su responsabilidad. Así siguiendo la tradición de la izquierda española ya se está de nuevo dividiendo y subdividiendo.
Aún faltan días para que se constituyan los gobiernos locales y el nacional, esperemos que el sentido común se recupere y que los llamados líderes de los partidos intenten lo posible en vez de lo imposible y no nos lancen a nuevas elecciones.