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Supervan Family

¿Los hijos no son nuestros?

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A veces mi hija viene y me dice «mamá, mi hermano me ha dicho que soy fea» y yo le digo «¿tú lo sientes así?», y me responde «no», a lo que le repico «pues eso es lo que cuenta, lo que tú sientas en tu interior». Y como este ejemplo, todo en la vida. Por eso no me da miedo que a mis hijos desde la escuela les den charlas sobre la igualdad, el feminismo, identidad de género, diversidad sexual,... Desde casa trabajamos en reforzar su personalidad que ya viene marcada, y la van perfilando. Pero mis hijos el día de mañana convivirán en una sociedad diversa, de hombres y mujeres, y como ya dije en alguna columna anterior posiblemente tengan algún amigo o amiga que tenga dos padres o dos madres. El miedo está en que si van a esas charlas ¡cambiarán su orientación sexual!, no tiene por qué. Son informativas, y desde mi punto de vista lo único que hacen es evitar la homofobia, el acoso escolar, el racismo, etc. Y fomentan la integridad de las personas. ¿Y si en esas charlas hay algún niño o niña que no se siente identificado con su género, o si siente algo por su mismo sexo?, quizás le venga bien saber que no es malo lo que le pasa, que se le puede entender, y comprender. Y lo mejor de todo hablar. Porque hablando se entienden las personas.

A mí por ejemplo no me gustan los tatuajes, ni el fútbol. Tengo una opinión crítica al respecto. Mis hijos lo verán, tendrán amigos o amigas que se hagan tatoos y que sean forofos de algún equipo, si declinan por seguir ese camino es su elección de vida, porque así lo sienten. Yo solo espero que tengan la confianza de hablarlo en casa. Y después que ellos elijan, porque podemos ser sus padres o madres pero no nos pertenecen.

Hay un poema que me gusta mucho del libanés Khalil Gibran «Sobre los hijos», porque expresa de una manera magistral la necesidad de no sobreproteger a los hijos para que puedan ser ellos mismos. Para que sepan desenvolverse en la vida y, en definitiva, para que sean felices. «Tus hijos no son tus hijos. Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, (...). Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, (...). Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad». Nuestra misión es acompañarlos, respetarlos y prepararlos para este camino.

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