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Contigo mismo

A usted...

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Puede que su nombre no le suene: Antonio Vilanova. Puede que tampoco identifique a ese señor con boina, que, cabizbajo, iba hacia el estreno de una de sus novelas teatralizadas… Leías el «XL Semanal». Y, de repente, ahí estaba, redivivo…

Le agradezco que no estornudara, a usted, sí, que mira, por anhelado y de soslayo, el suplemento. No vaya a ser que nos peguen un tiro….

Sé que usted no me entiende. Los artículos, a la postre, requieren de un final. Y claridad… Intentarás explicarte… Tú eras un estudiante, un don nadie... Pero ese día aprendiste que los milagros eran posibles… Ese señor con boina, cabizbajo, era Miguel Delibes. Te concedió una entrevista. Bondad hecha espuma. Y tú, un adolescente que intentaba darle un ejemplar de tu tesis. Atendió a un muchacho, asustado, que mal vivía en una ciudad que es, ya, otra y menos ciudad… La recogió, la leyó, te la comentó… ¡Dios!

Has leído hoy el «XL Semanal»

De su muerte solo supiste porque una carta no llegó en Navidad, como, desde entonces, ocurría. No sé, a ciencia cierta, quién se acuerda de ti… Pero sé que él, imperturbable, desde 1980, lo hizo siempre. La muerte es, a la postre, muy jodida... Quiebra hasta eso…

De él aprendiste la fuerza demoledora de la palabra, que un niñato puede acceder a un genio, que las guerras, efectivamente, deberían ser las de vuestros antepasados, pero nunca las propias, de que hay, efectivamente, que ‘pegar' y no ‘pelar' la hebra (¡Gracias, Juan Carlos, entrañable amigo!), de que toca reflexionar, hablar, aunque sea a costa de un cigarrillo, de que no podéis seguir así…

Pacífico es lo que anhelo…

Pérez es el más común de los apellidos… Lo hizo aposta.

Sé que, probablemente, usted no me entenderá… Un artículo no es cosa fácil... Cambias, en ocasiones, irrefrenablemente, de persona gramatical… Pero hoy me/te ha permitido hablar de él… ¡Gracias, «Menorca»!

Si conocí a Delibes fue gracias a este diario que sostiene usted en sus manos. Y a ese catedrático, Antonio Vilanova, que un día leyó un relato y creyó en ti… Y gracias a ese diario, sí, por tantas y tantas cosas…

Entra en la cafetería. En la Penya del Barça. ¡Si tu padre te viera! Se reiría… Espléndida. Se lo comentas. Puede –piensas- que hayas incurrido en un delito. Quieres saludarla, testimoniarle el más puro amor pero no sabes, a ciencia cierta, cómo hacerlo… ¿Un abrazo? ¿Qué? ¿Un beso en la mejilla? ¿Le das la mano? ¿Le hablas? ¿Qué es lo políticamente correcto? ¿Un soneto?

Te ve con el «XL semanal». Te pregunta ¿Delibes? Asientes. «¡Que tío!»

Y ella va y te suelta: «Y lloró al fin». O «de eso no sé, eso está inventado». Un Daniel y un Nini resucitado.

«¡Qué tío, repite

Sales de la cafetería…

Alguien te llama «tío bueno». Y ese alguien o no ve bien o tiene problemas sicológicos. No te molesta el piropo. Os echáis unas risas… Ella y tú sabéis que no eres James Bond…

No es difícil morir. Lo difícil es vivir… Vivir cuando creíste que Menorca se sostendría sobre cuatro pilares y no únicamente en el del turismo, cuando pensaste que cincuenta céntimos de euro bien valían la sonrisa de una empleada de un pequeño comercio que, al no verte, preguntaba por ti, que habría una regeneración política, cuando creíste que todo era posible, cuando pensaste que el amor y el perdón se impondrían, cuando alguien soterraría una guerra rediviva... Cuando alguien… ¿Quién es, hoy, ese alguien? Puede que Delibes.

Vivir es dificil... Cuando no devuelves el golpe… ¡Qué duro! ¡Y qué hermoso!

Sales de la cafetería… La vida está ahí, en la esquina. No te llamas Pacífico, aunque lo procuras. No te llamas Pérez, aunque tu «Gomila» tiene algo que ver, por genérico, que no por bondad…

En ocasiones es difícil vivir. Ante tanto desagravio… Cuando un coronavirus obvia que cada día mueren niños por desnutrición en el Cuerno de África…

O no tanto cuando una exalumna recuerda una frase que, tal vez, pueda mejorar el mundo…

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