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Sa gleva

Al revés que los portugueses

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Por si estar confinado en casa durante semanas no fuera ya de por sí lo suficientemente estresante, los políticos nos dejaron el jueves días 9 de abril 2020, un panorama desalentador. Ni siquiera la dura pandemia de un virus que nos va a costar miles de muertes y miles de personas sin trabajo a lo que hay que añadir una economía devastada, les hace entrar en razón de que ahora es el tiempo de la política con mayúsculas, la impronta necesaria de los grandes políticos con capacidad para hacer aflorar lo mejor de lo que atesoran como estadistas, y no de esos políticos ramplones, barriobajeros, cuando no mezquinos, de una incapacidad clamorosa para ocupar el puesto que ocupan.

Adriana Lastra le soltó a Pablo Casado desde la tribuna de oradores una andanada tras otra, y además documentada, en la línea de flotación de la dignidad política suficiente para hundir a un acorazado de la política, pero es que Casado con sus acusaciones sin pruebas que se desmontan por sí mismas, no es ni de lejos un acorazado de la oratoria, más bien parece una falúa desarbolada y que navega al garete de lo que él cree que los suyos quieren oírle.

Hace tan solo solo unos días tuve la suerte de escuchar lo que la oposición portuguesa le decía al gobierno luso. Sentí admiración y envidia ante una manera de hacer política tan diferente, teniendo ante sí idéntico problema ¡qué lección de política, que aplastante diferencia con la que otrora hacen nuestros políticos! No se alcanza a comprender que ambos países el lusitano y el español, tengamos políticos que en su oratoria para nada son homologables.

Impacta que precisamente sea Casado quien diga desde la tribuna de oradores «que España no se merece un gobierne que le mienta». Creo yo que sin siquiera saberlo, estaba este hombre parafraseando a Pérez Rubalcaba que en paz descanse, a raíz del atentado 11-M, cuando el gobierno de José María Aznar mantenía que era obra de ETA. Joan Baldoví, de Compromís, dijo que las intervenciones de la derecha eran «sucias y zafias».

Cuesta tener que aceptar que gobierno y oposición no sean capaces en momentos como los que estamos padeciendo, de ponerse de acuerdo cuando el enemigo contra el que luchamos no es político si siquiera algo que remotamente se parezca a un humanoide. El coronavirus es microscópico pero capaz de paralizar países enteros, amén de ocasionarnos miles de víctimas y de arruinar como ya dije antes nuestro mundo laboral y económico. Mientras tanto nuestros políticos hablan de los pobres ancianos, como si estos fueran munición legítima para él «y tú más». Si eso no les causa respeto por lo menos debería de causarles vergüenza. ¿Por qué se muestran ustedes tan sectarios, tan incapaces de unirse cuando la gente está confinada en sus casas?

La nación les necesita codo con codo como está haciendo la admirable familia sanitaria ¿no comprenden que la ciudadanía entera sabe por dónde estamos pasando y la que se nos viene encima después de que se acaben los contagios y las muertes? Tenemos la necesidad de estar convencidos que el país está en las mejores manos políticas y no con políticos enfrentados en sus desafectos, creyendo unos que lo hacen bien y perjurando que los otros lo están haciendo mal. Unos van de grandes políticos a costa de poner a los otros a caer de un burro. Qué lástima de cargos completamente inmerecidos, y así no es raro que nos vaya cómo nos va, con esa facilidad que tienen ustedes para demostrar una peligrosa capacidad para no ponerse de acuerdo aunque caigan ‘chuzos de punta'.

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